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Actualizado: 26 de junio de 2025
Lo mejor sería que le pusiera un ama, entregándoselo a personas que le habrían de cuidar mejor que ella. Aconséjele usted esto. Yo... que quiere usted que le diga... creo que no le abandonará. Está muy entusiasmada con él. Sí; buen entusiasmo nos dé Dios. ¡Mire usted que esta...! ¡Marcharse a paseo!, qué ganas de calle tenía. Ni sé cómo el angelito aguanta tanto tiempo sin mamar...
Algunas daban de mamar a sus hijos. El tipo de todas aquellas mujeres variaba poco: cara redonda y morena, nariz remangada, cabellos negros y ojos negros también, muy salados. Cada cierto número había una maestra, que se levantaba a nuestro paso. La principal del taller nos acompañaba. Desde que comenzamos a caminar por aquel gran salón de paredes desnudas y sucias, observé un chicheo constante.
En todos los casales los conocen, y ellos conocen todas las puertas de caridad: Son siempre los mismos: El Manco de Gondar; el Tullido de Céltigos; Paula la Reina, que da de mamar a un niño; Andreíña la Sorda; Dominga de Gómez; el Manco Leonés; el Señor Cidrán el Morcego, y la Mujer del Morcego. Se oye muy lejos otra campana. Parece la Monja de Belvis. ¡Cómo la ha conocido!
A la tarde siguiente el segundo se fué con su hermano, y mi mujer se echó desesperada sobre lo único que nos quedaba: nuestra hija de cuatro meses. ¿Qué nos importaba la difteria, el contagio y todo lo demás? A pesar de la orden del médico, la madre dió de mamar a la criatura, y al rato la pequeña se retorcía convulsa, para morir ocho horas después, envenenada por la leche de la madre.
¿De qué modo? En pie sobre la proa de una nave, apoyada en el áncora y fijos los ojos en el cielo. Luego pinté la Caridad. ¿Cómo la representaste? Joven, más fuerte y más hermosa que ninguna, y dando de mamar a un niño de tipo muy distinto al suyo para indicar que no era su hijo, y que no le daba el pecho como madre, sino por ser Virtud. En verdad te digo que estuviste acertado.
De pronto los cascos del caballo cesaron de resonar y se hundieron en blanda alfombra: era una camada de estiércol vegetal, tendida, según costumbre del país, ante la casucha de un labrador. A la puerta una mujer daba de mamar a una criatura. El jinete se detuvo. Señora, ¿sabe si voy bien para la casa del marqués de Ulloa? Va bien, va.... ¿Y... falta mucho?
569 La mandaba a trabajar, poniendo cerca a su hijito tiritando y dando gritos, por la mañana temprano, atado de pies y manos lo mesmo que un corderito. 570 Ansí le imponía tarea de juntar leña y sembrar viendo a su hijito llorar, y hasta que no terminaba, la china no la dejaba que le diera de mamar.
«¡Lugarejo, dos minutos!» gritó una voz rápida y ronca. Don Víctor asomó la cabeza por la ventanilla. La estación, triste cabaña muy pintada de chocolate y muerta de frío, estaba al alcance de su mano o poco más distante. Sobre la puerta, asomada a una ventana una mujer rubia, como de treinta años, daba de mamar a un niño. «Es la mujer del jefe. Viven en este desierto.
Mas Fernando VII opinó que le diesen de mamar chuletas, y lo destetaran luego con aguardiente, y aquella misma noche envió a su ahijado, como regalo de padrino, un gran trinchante de oro macizo, que tenía esculpidas en el cabo las armas de España.
¡Andar, lamponas! ¡Dejáis la cama por hacer y el chiquillo por mamar! ¡Madrastras! ¡Ni os peinades tan siquiera!... ¡Andáis arañando en el pelo con los dedos por llegar seis minutos antes, ansiosas de judas! ¡Tú dormiste en el camino, avariciosa! Imposible que a tu casa llegases.
Palabra del Dia
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