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Mas no pudiendo dar á la primera de las menores seis piés más de anchura de la que tenian, por no consentirlo la altura de las columnas, imaginaron sin duda los arquitectos, que en vez de repartir ese pequeño esceso por igual entre los treinta y tres arcos de la tirantez de norte á sur, era preferible para el buen efecto conservar en línea y perfecta correspondencia las tres ó cuatro primeras naves, añadiendo una nave más en el espacio ganado por la dimininucion del grueso de los machones, y ensanchando las naves sucesivas donde pareciese mas conveniente.

Si un hombre está en un navio quieto, y desde él mira á otra nave que se mueve, luego le parece que se mueve tambien la suya, y se lo hiciera creer la vista si no le desengañára la razon.

De esta suerte, con ceño adusto y vertiendo sangre de su honda herida, el espectro de Tomás Cardoso se mostraba a los ojos de Morsamor siguiendo la nave.

Sus indios piedras tiran, aun allegan Con ellas á la nave, temblando La gente est

Así al darse á la vela la embarcacion que nos lleva, el puerto y las costas huyen á toda prisa; cuando en realidad nada se ha movido sino la nave.

El templo de la parroquial de San Pedro, acaso se conserva, a pesar de su renovación en 1741, en general, como en su primitiva fundación: parece atestiguarlo así su anchura y aplastada nave gótica, única de que consta: estátuas colosales y de muy mediano gusto, representando en su mayor parte el apostolado, se ven esculpidas en los postes.

Empero agora, que ha querido el hado Reducir nuestra nave á tan buen puerto, Las velas de la guerra recojemos, Y á qualquiera partido nos ponemos.

Vencía a los moros en innúmeras batallas, brindaba a la España el reino de Nápoles o el imperio de Moctezuma; y, por fin, de pie en el castillo de una nave inverosímil, destruía para siempre toda la flota del turco, en un nuevo Lepanto prodigioso, que su imaginación soñaba según las estampas.

Avanzó resuelto, y cogiendo con mano trémula el aldabón de hierro que pendía de la puerta, dio un recio golpe, que, retumbando en la desierta nave de la iglesia, fue devuelto en seguida por los ecos más prolongado y más nutrido.

Martin y Candido distinguiéron con mucha claridad en el combes de la nave que zozobraba unos cien hombres que todos alzaban las manos al cielo dando espantosos gritos; en un punto se los tragó á todos la mar. Vea vm., dixo Martin, pues así se tratan los hombres unos á otros. Verdad es, dixo Candido, que anda aquí la mano del diablo.