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Y el les dixo, Por eššo todo ešcriba dockto en el Reyno de los cielos es šemejante

Al fin de la audiencia dixo á Zadig: ¿Con que no ha llegado esa piedra todavía? Respondió el hebreo soltando la risa: Aquí se estaria vuestra grandeza hasta mañana, esperando la piedra, porque está mas de seis millas de aquí, y son necesarios quince hombres para menearla.

Esa piedra por exemplo es parda, y de tal figura, tiene tres dimensiones, y es grave y divisible. Así es, dixo el Sirio; ¿pero esa cosa que te parece divisible, grave y parda, me dirás qué es? Algunos atributos vés, pero ¿el sosten de estos atributos le conoces? No, dixo el otro. Luego no sabes qué cosa sea la materia.

En esto se asomó el maestro de primeras letras del lugar, y dixo á los muchachos que ya era hora de entrar en la escuela. Ese es, dixo Candido, el preceptor de la familia real. Los chicos del lugar abandonáron al punto el juego, y tiráron los tejos, y quanto para divertirse les habia servido.

Arrimóse Cacambo á la puerta, y oyó hablar peruano, que era su lengua materna; pues ya sabe todo el mundo que Cacambo era hijo de Tucuman, de un pueblo donde no se conocia otro idioma. Yo le serviré á vm. de intérprete, dixo á Candido; entremos, que este es un meson.

Y rešpondiendo el, dixo les, El que šiembra buena šimiente es el Hijo del hombre. Y la^ haça es el mundo. Y la buena šimiente, eštos šon los hijos del reyno. Y la zizania šon los hijos del Malo. Y el enemigo que la šembrò, es el diablo. Y la šiega es la fin del mundo. Y los šegadores šon los Angeles. De manera que como es cogida la zizania, y quemada

El Arzobispo, que era entonces Federico Borromeo, varon de gran juicio y singular discernimiento, quiso asegurarse por mismo, y dixo á la Religiosa, que se hallaba con una alhaja muy estimable y de gran valor, pero que para saber lo que debia hacer de ella lo preguntase á Jesu-Christo, y con eso sabria que no podia errar.

Al fin despues de haber lamentado la deplorable estrella de la mas amable de las mugeres, y la primera reyna del mundo, reflexîonando un instante en su propia suerte, dixo: ¡Válame Dios; y lo que es la vida humana! ¡O virtud, para que me has valido! Indignamente me han engañado dos mugeres; y la tercera, que no es culpada, y es mas hermosa que las otras, va á morir.

Menester es que sea muy rico. Volvió de allí á un rato, y dixo que no podia hacer el viage por ménos de veinte mil. Veinte mil le daré á vm., dixo Candido. Toma, dixo en voz baxa el mercader, ¿con que da veinte mil duros con la misma facilidad que diez mil? Otra vez volvió, y dixo que no le podia llevar á Venecia si no le daba treinta mil duros. Pues treinta mil serán, respondió Candido.

Mucho esperé, si mucho prometieron, Mas podra ser, que ocupaciones nuevas Les obligue á olvidar lo que dixeron. Muchos, señor, en la galera llevas, Que te podrán sacar el pie del lodo, Parte, y escusa de hacer mas pruebas. Ninguno, dixo, me hable dese modo, Que si me desembarco y los envisto, Voto á Dios, que me traiga al Conde, y todo.