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El anciano peripatético dixo con toda confianza: El alma es una entelechîa, una razon en virtud de la qual tiene la potencia de ser lo que es; así lo dice expresamente Aristóteles, pág. 633 de la edicion del Louvre: Entelexeia esti, etc. No entiendo el griego, dixo el gigante. Ni yo tampoco, respondió el arador filosófico. ¿Pues á qué citais, replicó el Sirio, á ese Aristóteles en griego?

Abrumado con tan fatales ideas, cubiertos los ojos de un velo de dolor, pálido de color de muerte el semblante, y sumido el ánimo en el abismo de una tenebrosa desesperacion, siguió su viage hácia el Egipto. La muger aporreada. Encaminabase Zadig en la direccion de las estrellas, y le guiaban la constelacion de Orion y el luciente astro de Sirio hácia el polo de Canopo.

Díxole el Sirio: ¿Pues no creíais, poco hace, que se estaban enamorando? ¿pensais que enamora nadie sin pensar, y sin hablar palabra, ó á lo ménos sin darse á entender? ¿ó suponeis que es cosa mas fácil hacer un chiquillo que un silogismo? A uno y otro me parecen impenetrables misterios.

Pondré aquí, para satisfaccion de mis lectores, una conversacion muy extraña que con el señor secretario tuvo un dia Micromegas. Conversacion del morador de Sirio con el de Saturno. Acostóse Su Excelencia, acercóse á su rostro el secretario, y dixo Micromegas: Confesemos que es muy varia la naturaleza.

Hete aquí un animal muy distinto del otro, dixo el enano de Saturno; y el Sirio puso el pretenso animal en la palma de la mano.

Tanto monta no exîstir, replicó el filósofo de Sirio. ¿Y , amigo, le dixo á un leibniziano que allí estaba, qué dices? ¿qué es tu alma? Un puntero de relox, dixo el leibniziano, que señala las horas miéntras las toca mi cuerpo; ó bien, si os parece, el alma las toca miéntras el cuerpo las señala; ó mi alma es el espejo del universo, y mi cuerpo el marco del espejo: todo esto es claro.

Ahora bien, para llegarnos, desde la estrella más cercana, tarda la luz algo más de tres años y medio; de Sirio más de 21 y medio; de la Cabra, ¡72 años por lo menos! La inmensa mayoría de las estrellas se encuentran mucho más distantes aún. Herschel, gran astrónomo inglés, veía en su telescopio estrellas á que atribuyó distancia 2,300 veces mayor que la de las de primera magnitud.

¡Pues, hombre! dijo Lorenzo, a me ha sucedido algo análogo; sobre todo al calcular las distancias siderales... pensar que la luz de las pléyades... aquel grupito... ¿ves, Ricardo?... tarda cuatrocientos mil años en llegar a la tierra. ¡Ni con tropilla! exclamó Baldomero. Mira qué espléndido está Sirio, ché, Melchor.

Rióse al principio de ellos con sus criados, como hace un músico italiano de la música de Lulli, quando viene á Francia; mas era el Sirio hombre de razon, y presto reconoció que podia muy bien un ser que piensa no tener nada de ridículo, puesto que no pasara de seis mil piés su estatura.

No me queda duda de que si algun capitán de granaderos leyere esta obra, haga á su tropa que se ponga gorras dos piés mas altas; pero le advierto que, por mas que haga, siempre serán él y sus soldados unos infinitamente pequeños. ¡Qué maravillosa maña hubo de necesitar nuestro filósofo de Sirio para atinar á columbrar los átomos de que acabo de hablar!