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Cuando estuvimos junto al agua, de pie en medio de los altos matorrales que crecían sobre las márgenes, sólo pudimos volver la mirada hacia el puente y calcular que estábamos como a unos cien pasos de él.

Entonces, plegando el estandarte, se fué á tierra Doria con el esquife, abandonando el bajel á los forzados, que no tardaron en ponerlo á flote y unirse á las fuerzas de Piali. Fácil es calcular la influencia que el ejemplo del General tendría en las escuadras.

No soy capaz de prepararte ninguna emboscada en la cual pueda correr riesgo la probidad de tu corazón. Sería calcular mal y proceder torpemente.

¡Ya lo creo! replicó la encantadora vizcondesa saltando de gozo. Pero, puesto que es usted un poco confidente de la señorita de Sardonne, ¿no puede usted calcular cómo acogerá la misiva? Debo decirle con franqueza que no conozco absolutamente sus íntimos secretos... si los tiene... Pero, en fin, según lo que yo me imagino, quedaría más que sorprendida si su demanda de usted no fuera bien acogida.

Y reanudaba su vida monótona, paseando por la cubierta del buque, vacío y muerto, sin saber qué hacer, desesperándose á la vista de los otros vapores, que movían sus antenas de carga, tragándose cajas y fardos, y empezaban á lanzar por sus chimeneas el humo anunciador de su próximo viaje. Sufría remordimientos al calcular lo que podía haber ganado el buque de hallarse navegando.

Es preciso averiguar si esa señorita está realmente enamorada de su hermano de usted, y necesitamos poder calcular lo que ella haría viéndose abandonada por él. No entiendo lo que Vd. se propone. Hablaré sin rodeos, señor Resmilla.

En cambio ella se vengaba turbando el tranquilo curso de su vida, haciéndole sufrir una dolorosa mortificación de amor propio y, lo que era más grave, inspirándole ideas cuyo alcance no podía calcular. Las últimas frases que don Juan pronunció mentalmente en aquel largo y humillante monólogo fueron estas: «, ¿eh?... Pues ahora me gusta más que antes... ¡ella caerá!

Cortijos en Andalucía, dehesas en Extremadura, casas en Madrid, papel del Estado, acciones del Banco de España..., de todo había mucho y bueno, libre y desempeñado. Un día se hizo el recuento, y resultó que las rentas de este caudal pasaban de cuarenta mil duros. Con ellos, y lo que quedaba de los bienes del marqués y de la dote de la marquesa, se podía calcular la renta en un millón de reales.

Empezó á calcular los meses transcurridos desde que dejó su recibo en la tumba del desierto. Hizo un gesto de satisfacción, como si acabase de resolver un problema difícil, al convencerse de que iba transcurrido más de un año, plazo que él mismo fijó en su papel. La difunta tenía derecho á reclamar.

No los previó y te dejó a obscuras. Nuestro tutor, en los largos sermones que nos echaba, jamás tocó este punto. ¿Cómo habían de calcular el Padre Ripalda ni nuestro tutor que ibas a pasearte en el Buen Retiro, y que ibas a ser perseguida por un Condesito, buen mozo, elegante, ilustre, con coche y con más de 15.000 duros de renta?