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Primeramente encontró pequeños grupos que iban hacia la ciudad; luego parejas; después individuos sueltos; al final nadie: una soledad absoluta. Los reverberos trazaban en el suelo amplios redondeles de púrpura. Más allá se extendían las tinieblas, cortadas por siluetas de ébano, que unas veces eran barcos y otras callejones de fardos, colinas de carbón.

La carretera estaba atestada de carromatos, carretas y ómnibus, que conducían al valle de Baztán para las tropas fardos de zapatos, sacos de pan, cajones de galleta de Burdeos, esparto para las camas, barriles de vino y de aguardiente. El camino estaba intransitable y lleno de barro.

Su madre y hermano, ayudados del gordo Arnaiz, emprendieron el inventario de la casa, en la cual había algún desorden. Sobre las existencias de pañolería no se hallaron datos ciertos en los libros de la tienda, y al contarlas apareció más de lo que se creía. En el sótano estaban, muertos de risa, varios fardos de cajas que aún no habían sido abiertos.

En una de estas cuevas, sobre un zócalo de peñascos, vió Ulises un montón de fardos. Vámonos dijo el Dotor . Cada hombre se gana la vida como puede.

Estos se echaron como perros, y un momento después iban los dos policías al fondo del mar cosidos a puñaladas. En seguida nos alejamos del puerto, y al día siguiente volvimos a hacer el desembarco de los fardos con perfecta tranquilidad. Como barco cuya tripulación la formaban gentes perseguidas y fuera de la ley, había allá mucho tipo extraño.

En la parte clara de tan extraño local había grandes fardos de cáñamo en rama, rollos de sogas blancas y flamantes, trabajo por hacer y trabajo rematado, residuos, fragmentos, recortes mal torcidos, y en el suelo y en todos los bultos una pelusa áspera, filamentos mil que después de flotar por el aire, como espectros de insectos o almas de mariposas muertas, iban a posarse aquí y allá, sobre la ropa, el cabello y la nariz de las personas.

Cierto mercader de pieles se presenta en una aldehuela del Pirineo con un buen acopio de ellas, adquirido en Argel: por esto, y por llevar los fardos y las maletas determinadas iniciales, y por algo que él dice sobre el clima africano y las cacerías en aquellas selvas, tómanle los sencillos aldeanos, que eran muy aficionados a la caza, por un famoso matador de leones.

Por una calle más alta, que ya se había inundado también, navegaba una canoa, larga y chata; traía hombres y mujeres casi desnudos, salvados por marineros de la Prefectura. Iban echados sobre fardos de ropa y miraban mudos la llanura de agua que se perdía hacia la campaña del sur. Aquella escena, en un silencio mortal, hacía la impresión del diluvio bíblico. ¿Y la iglesia? preguntó Adriana.

, , vele con eso a doña Dolores, la de Sobrado. ¡Pues.... Jesús, Ave María! ¡No se allegue usted, que mancho! Me parece a que los de Sobrado no son de allá de la aristocracia, ni del barrio de Arriba. Aún hay quien los vio cargando fardos en el almacén de Freixé, el catalán; que por ahí empezaron, ¡repelo! Hijos del trabajo, como y como yo.

El otro, al notar la hostil persecución, corrió francamente á su vez, desapareciendo entre las colinas de fardos. El capitán vió confusamente que unas sombras saltaban en torno de él cortándole el paso.