Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 22 de mayo de 2025
Eso es verdad interrumpió el artillero-cirujano-calafate , nada bebe tanto como un herido; son lo mismo que los borrachos, siempre tienen la boca seca. Y cuando estemos sin agua y sin galleta, ¿será el señor Kernok el que os dará lo que falte? Nos veremos obligados a comer nuestra carne y a beber nuestra sangre, como tendrán que hacer ellos; ¡vaya un alimento perro!
Mientras Estupiñá admiraba, de mostrador adentro, las grandes novedades de aquel Museo universal de comestibles, dando su opinión pericial sobre todo, probando ya una galleta de almendra y coco, que parecía talmente mazapán de Toledo, ya apreciando por el olor la superioridad del té o de las especias, la dama se tomaba por su cuenta a uno de los dependientes, que era un Samaniego, y... adiós mi dinero.
Hecho de un crespón que databa de la muerte del señor de Lavalle, tenía el aspecto de una galleta elegida por las babosas para teatro de sus correrías. Evidentemente me afeaba, y como tal idea no era soportable, me lo quité de la cabeza, hice de él un envoltijo y me lo eché al bolsillo, cuya amplitud y profundidad hacían honor al talento práctico de Susana.
Todavía nos queda una de las que compré la vez pasada a los isleños. El Chucro preguntó aún: ¡Cómo! ¿Queda una sola? ¿Te habrás comido vos las demás?... Con la indiferencia de su absoluta pasividad, Pepa repuso: Yo nunca he comido galleta sino cuando tú me das un pedazo... ¿Y hay caña? Sí. Poné entonces la galleta y la caña cerca del fogón, que en cuanto esté el churrasco, comeré... Voy...
A mí tampoco me extrañan las reflexiones maternales... Cuando llegamos a mi casa ofrecí a todas las señoras una taza de té. Las de Brenay y Dumais tenían prisa por volver a sus casas, y rehusaron; pero las tres jóvenes aceptaron. Celestina, que sabe cuánto me gusta tomar un refrigerio al volver de paseo, lo preparó todo en seguida, y entre una galleta y una tostada continué mis confidencias.
Pero Fidel sabía zafarse de estas vejaciones y cuando advertía que su camarada mostraba tendencias a ponerse pelma se largaba pian piano moviendo el rabo hacía la cocina dejándole en la más espantosa soledad. En cambio se aproximaba demasiado cuando Paquito tenía entre manos y boca algún pedacito de pastel o una galleta.
Pero el doméstico le miraba con asombro, como si le propusiese algo indecente, acabando por volver la espalda, luego de depositar en su plato una galleta ó un emparedado. Robledo quedó junto á la mesa, cerca de aquellas materias preciosas y alquiladas defendidas por la servidumbre. La condesa abandonó su brazo para contestar á los que la felicitaban.
Cuando pagué mi pasaje continuó Goycochea no me quedaba nada, absolutamente nada, ni dos reales. ¡Para lo que me hubiese servido el dinero en aquel barco!... La comida era poca y pésima; la galleta tenía gusanos y había que tragarla sin verla; en el rancho nadaban al principio unas piltrafas de tocino; luego, alubias solas.
Todos se sentaron a la misma mesa, frente a las ventanas, para no perder de vista el camino; sirviéronles vino, y cada cual comenzó a contar lo que sabía; uno dijo que los aliados eran tantos que tenían que acostarse uno junto a otro en el valle de Hirschenthal, y que estaban tan llenos de miseria que, así que se marchaban, las hojas secas andaban solas por el bosque; otro contó que los cosacos habían prendido fuego a una aldea de Alsacia porque no les dieron velas como postre después de una comida; que algunos de ellos, en particular los calmucos, comían jabón como si fuera queso, y la corteza del tocino como galleta; que muchos bebían aguardiente en vasos, después de haber echado en el líquido varios puñados de pimienta; que era preciso ocultarlo todo, porque todo era para ellos comestible y bebedero.
Pues, el otro día, me presenté algo mareado, lo confieso, y mi santita me excomulgó y arrojó de casa, condenándome a ocho días de destierro, en penitencia... Para volver a su gracia, me juré a mí mismo aborrecer el vino... por una semana: he pasado los peores días de mi vida, ¡ajo! pero, yo no le aflojaba al cuerpo, y le decía: ¡Aguante usted so vicioso! ¡y no le di ni esto! en tres días... Cuando ayer supe la culada del hermano Bernardino, y que al otro pájaro del Ministerio le habían también colgado la galleta, te digo que mona más a gusto, no la he tomado nunca: pasé cantando el ¡Oíd mortales! por su casa, con tales gritos, que la gente salía a las puertas, y de miedo que los vigilantes me aguaran la fiesta, me vine a mi palacio y aquí la continué, en la alegre compañía de algunas de mis aristocráticas relaciones... Se bebió y se cantó, hasta la madrugada, ¡ajo! ¿te parece a ti, que no iba a estar yo alegre? ¡pillo, ladrón!
Palabra del Dia
Otros Mirando