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Se habían juntado no cuántos; sabían por dónde iba a pasar, y bien tranquilos, ocultos tras la maleza, le hicieron una descarga, sin que el pobre pudiese llevar la mano a su escopeta... ¡Ya estarán contentos! ¡Ya no pensarán más en el Mosco, que era su preocupación!... El pobre Chispas, cuando sane, si es que sana, irá a presidio... Da rabia, Isidro, pensar que hombres tan hombres mueran como perros, por querer vivir de lo superfluo, de lo que otros no necesitan; que los cacen como fieras, sin haber hecho otro delito que cobrar algunos conejos... ¡Puñales! ¡y después aún se extrañan de que pidamos la revolución!...

A tampoco me extrañan las reflexiones maternales... Cuando llegamos a mi casa ofrecí a todas las señoras una taza de . Las de Brenay y Dumais tenían prisa por volver a sus casas, y rehusaron; pero las tres jóvenes aceptaron. Celestina, que sabe cuánto me gusta tomar un refrigerio al volver de paseo, lo preparó todo en seguida, y entre una galleta y una tostada continué mis confidencias.

Cuando en Chile se anuncia por la primera vez un argentino en una casa, lo invitan al piano en el acto, o le pasan una vihuela, y si se excusa diciendo que no sabe pulsarla, o extrañan y no le creen, «porque siendo argentino dicen debe ser músico». Esta es una preocupación popular que acusa nuestros hábitos nacionales.

Los viajeros, en lo general, extrañan que las corridas de toros subsistan en España, no obstante la popularidad del teatro, que podría reemplazarlas totalmente. Yo no extraño tal cosa, ni creo que esa diversion brutal sea la prueba de malos sentimientos entre los Españoles. Hay tipos que, prescindiendo de las influencias locales é históricas, son principalmente engendrados por la ley.

En el mismo instante se presenta una diputación de los vecinos de Zalamea, para anunciar á Crespo que lo han elegido alcalde. A la vez le anuncian que el rey Felipe vendrá aquel mismo día á Zalamea, y que el capitán Alvaro, herido, ha sido llevado al pueblo. Crespo se apresura á tomar posesión de su nuevo cargo, y su primer acto, como alcalde, es la prisión del capitán, cuya herida no resulta tan peligrosa como se creyó al principio; Alvaro protesta contra la aplicación de la justicia civil á un oficial; Crespo manda entonces que se retiren todos los circunstantes, porque tiene que hablar con él á solas. Admirable es la escena que sigue. El alcalde, con frases enérgicas, echa en cara al oficial que ha deshonrado á su hija la infamia de su conducta, manchando el lustre de una familia, que había subsistido inmaculada siglos hacía; intenta hacerle comprender, que su obligación, según las leyes divinas y humanas, es devolver á Isabel el honor que le ha robado, y que no hay otro medio de conseguirlo que casándose con ella; le ofrece cederle toda su fortuna y todas sus posesiones, y, por último, se arrodilla ante él, conjurándole, por lo más sagrado, que acceda á su justísima pretensión. Pero el insensible capitán rechaza con frío desprecio la súplica, para él insensata, del sencillo anciano, y entonces se levanta Crespo de repente blandiendo su vara de alcalde, y manda á los vecinos que acorren, que encierren al culpable en la cárcel. Alvaro se opone, pero al fin queda preso. Crespo entabla las diligencias judiciales necesarias; toma declaración á los soldados, también presos; les hace confesar el delito, y obliga á su hija á declarar también sobre la existencia del atentado, y sobre el delincuente. Después de esto encierra en la cárcel á su hijo, acusado de sacar la espada contra su superior jerárquico, y, cuando algunos extrañan tanto rigor, les contesta: «Lo mismo haría con mi propio padre si la ley lo mandaraMientras tanto, un soldado fugitivo cuenta á Don Lope de Figueroa lo que sucede en Zalamea.

Extrañan la relación, que puede haber entre un pastor y una tragedia, y hasta para pastor encuentran su traje inconveniente. A propósito de esto, exponen algunas reglas, que deben observarse en la decoración y en los vestidos de los actores.

Lejos del sol y de la vida, desafía a la muerte, lo mismo que el albañil, que, despreciando el vértigo, trabaja con los pies sobre frágil tabla, admirado por las aves, que extrañan la presencia en el espacio de un animal sin alas.

Conforme: pero el infeliz que ha de ganarse el pan de este modo, bien puede quejarse de su perra suerte, si es que le queda cerebro para pensar.... ¡Y aun se extrañan algunos de que esta pobre gente no se muestre contenta, y crea que el mundo está mal arreglado y no es un modelo de dulzura!

Por aquí no hay más novedad, sino que tu Tata no se siente bien desde el viernes, pero no es cosa de cuidado; todos te extrañan mucho y están deseando que vuelvas; Clota ha llamado varias veces por teléfono para pedir noticias y dice que no ha recibido cartas tuyas como nosotros tampoco las hemos recibido, ¿qué es eso? ¿por qué no escribes?

Más de un lector, al pasar la vista por este cuadro, ha de pensar que es una invención mía, ó que, cuando menos, está sacado de las viejas crónicas de la primitiva Santander. Conste que semejantes dudas ni me ofenden ni me extrañan.