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Esto no obstante, su humildad le obligaba a rechazar este sentimiento y a repetirse la frase común a todos los místicos: «Así y todo es mejor que yoNo sólo, pues, le miraba como su superior jerárquico y le tributaba todo el respeto debido, sino que hacía esfuerzos por representárselo mejor que él moralmente.

Pero a la vez que manifiesta así la inmortal eficacia del esfuerzo colectivo y dignifica la participación de los colaboradores ignorados en la obra universal, la ciencia muestra cómo en la inmensa sociedad de las cosas y los seres, es una necesaria condición de todo progreso el orden jerárquico; son un principio de la vida las relaciones de dependencia y de subordinación entre los componentes individuales de aquella sociedad y entre los elementos de la organización del individuo; y es, por último, una necesidad inherente a la ley universal de imitación, si se la relaciona con el perfeccionamiento de las sociedades humanas, la presencia, en ellas, de modelos vivos e influyentes, que las realcen por la progresiva generalización de su superioridad.

En el mismo instante se presenta una diputación de los vecinos de Zalamea, para anunciar á Crespo que lo han elegido alcalde. A la vez le anuncian que el rey Felipe vendrá aquel mismo día á Zalamea, y que el capitán Alvaro, herido, ha sido llevado al pueblo. Crespo se apresura á tomar posesión de su nuevo cargo, y su primer acto, como alcalde, es la prisión del capitán, cuya herida no resulta tan peligrosa como se creyó al principio; Alvaro protesta contra la aplicación de la justicia civil á un oficial; Crespo manda entonces que se retiren todos los circunstantes, porque tiene que hablar con él á solas. Admirable es la escena que sigue. El alcalde, con frases enérgicas, echa en cara al oficial que ha deshonrado á su hija la infamia de su conducta, manchando el lustre de una familia, que había subsistido inmaculada siglos hacía; intenta hacerle comprender, que su obligación, según las leyes divinas y humanas, es devolver á Isabel el honor que le ha robado, y que no hay otro medio de conseguirlo que casándose con ella; le ofrece cederle toda su fortuna y todas sus posesiones, y, por último, se arrodilla ante él, conjurándole, por lo más sagrado, que acceda á su justísima pretensión. Pero el insensible capitán rechaza con frío desprecio la súplica, para él insensata, del sencillo anciano, y entonces se levanta Crespo de repente blandiendo su vara de alcalde, y manda á los vecinos que acorren, que encierren al culpable en la cárcel. Alvaro se opone, pero al fin queda preso. Crespo entabla las diligencias judiciales necesarias; toma declaración á los soldados, también presos; les hace confesar el delito, y obliga á su hija á declarar también sobre la existencia del atentado, y sobre el delincuente. Después de esto encierra en la cárcel á su hijo, acusado de sacar la espada contra su superior jerárquico, y, cuando algunos extrañan tanto rigor, les contesta: «Lo mismo haría con mi propio padre si la ley lo mandaraMientras tanto, un soldado fugitivo cuenta á Don Lope de Figueroa lo que sucede en Zalamea.