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Su espesa y rubia cabellera ondeaba en tirabuzones a la inglesa. Sus ojos pardos y grandes, su nariz, sus dientes, su boca, el óvalo de su rostro, eran modelos de perfección; su gracia, incomparable.

¡Si me reprendes, no diré una palabra más! dijo Diana recogiendo su libro que se le había caído al suelo. Sin embargo, después de un corto silencio, repuso, temiendo haber contrariado a su prima: Cuando estemos en París ¿quieres que salgamos juntas? Iremos a tomar el lunch al Palacio de los Campos Elíseos, y a probarnos sombreros, y a ver los modelos del incomparable Doucet, ¿quieres?

A pesar de las diversas tentativas, que se hicieron para divulgar las reglas aristotélicas y favorecer la imitación de las formas clásicas, el pueblo no prefirió esa ciega copia de modelos mal entendidos al teatro nacional.

Los diarios de Córdoba de aquella época transcribían las noticias europeas, las sesiones de las Cámaras francesas y los retratos de Casimir Périer, Lamartine, Chateaubriand, servían de modelos en las clases de dibujo; tal era el interés que Córdoba manifestaba por el movimiento europeo.

Pero ella, poniendo una cara desconsoladísima y quejándose de dolor de cabeza, negábase a comprar, aunque los ojos se le iban tras de las originales telas, y más aún tras de los admirables modelos colocados en los maniquís. En fichús, encajes, manteletas, camisetas, pellizas, estaban allí las Mil y una noches de los trapos.

Las hay entre ellas históricas, religiosas, mitológicas, de figurón, de enredo y de magia; en suma, de todas las especies y subespecies posibles. Sólo se ve alguna imitación de modelos extranjeros, como en El sacrificio de Ifigenia, de la tragedia francesa; El Temístocles en Persia, de la ópera italiana; pero en su mayoría pertenecen al antiguo drama nacional.

Luego sobreviene la humanidad, de más amplia visión, que cambia el significado de la obra y la engrandece, despojándola de su primitivo egoísmo. Las estatuas griegas, modelos de suprema belleza, habían sido en su origen simples imágenes de santuario regaladas por la piedad de las devotas de aquellos tiempos.

Te haré un armario de mármol... digo un panteón para la ropa... no, haré un magnífico lavabo y una consola... Y a Candidita le voy a hacer también un mueble... De herramientas estoy tal cual... Pero me procuraré otras... o me las prestará el contratista de las obras de La Granja...». Hablando de esto, metió su cucharada la viuda, diciendo al artista que ella le podría suministrar para su trabajo los modelos más suntuosos y elegantes.

Con la imaginación creamos sujetos propios, modelos que nada tienen que ver con la realidad ya creada. «Mi tipo» suele diferir del tipo, que tiene su propia alma, su carácter propio y sus propias mañas; alma, mañas y carácter que no corresponden al bello sujeto fraguado por nuestra fantasía en complicidad con los errores de percepción de nuestros sentidos.

La ojeada rápida, segura y delicada de un gran pintor, no se debe solo á la naturaleza, sino tambien á la dilatada contemplacion y observacion de los buenos modelos: y la magia de la música no se desenvolveria en la organizacion mas armónica, sujeta únicamente á oir sonidos ásperos y destemplados . LA ENSE