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El linaje humano, constituido en sociedad, puede adelantar tanto en el camino de la perfección que casi ó sin casi no necesite gobierno. En la meta de su carrera triunfante coloco yo, en mis sueños dorados, una pacífica y deliciosa anarquía.

Madrid, sin embargo, continuó siendo el foco del arte dramático en sus distintas manifestaciones, y en donde se desenvolvió con más perfección.

La dotación del buque donde el anciano príncipe «enamorado de la sombra y del viento», se embarca, la componen foragidos, piratas y aventureros de la peor especie. No importa. La nave así parece un corazón avanzando, á despecho de los ruines instintos que lo muerden, hacia la perfección del Ideal.

La razon, el sentido comun, el corazon, nos obligan á reconocer en el órden moral algo absoluto, independiente de la consideracion de la utilidad: esto se explica, elevándose á un acto absoluto, de perfeccion absoluta; y mirando la moralidad de las criaturas, como una participacion de aquel acto.

Allí todo indica gusto y esmero en el cultivo, adelanto y perfeccion en los métodos de labor, y bienestar en la clase média que posee quintas ó casas campestres, y entre los agricultores.

Le seducían en alto grado las escenas de los años infantiles y los primeros pasos que las bienaventuradas habían dado en el camino de la perfección.

9.ª La inteligibilidad inmediata, parece encerrar mayor perfeccion que la misma inteligencia. 10Aunque no todo ser inteligente sea inteligible, todo ser inteligible es inteligente. 11Dios, actividad infinita en todos sentidos, es infinitamente inteligente é infinitamente inteligible para mismo.

Creía de buena fe que, porque no le era posible macerarse, no poseía una virtud sólida, y se alegraba en el fondo del alma de haber tropezado con un ser que gozaba de este privilegio. Acudíale a la memoria frecuentemente el ejemplo del P. Gracián, a quien Santa Teresa tanto había ayudado en el camino de la perfección con sus virtudes y consejos.

La perfección de la moralidad humana consistiría en infiltrar el espíritu de la caridad en los moldes de la elegancia griega. Y esta suave armonía ha tenido en el mundo una pasajera realización.

Huberto, para verla caminar más tiempo así, silenciosa y preocupada, a dos pasos de él, habría querido que Diana fuese más habladora, y la alameda infinitamente más larga. Era un dilettante en materia de vivir. Se felicitaba de haber presentido «una perfección» en María Teresa, y una fuerza creciente lo atraía hacia ella.