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Y sin embargo, afirmó con enérgica sinceridad, créanlo ustedes o no lo crean, yo daría con gusto todos estos años intensos y todas las perspectivas de mi carrera diplomática, por volver a vivir el encanto de mis quince años, entre mis relaciones de aquí, donde los recuerdos me han dejado no qué perfume de sentimientos inolvidables.

Esta existencia obscura de cultivador de la tierra, obligado a la economía y en lucha interminable con la escasez, asustaba a Gallardo, hombre arrogante y decorativo, acostumbrado al aplauso público y a la abundancia de dinero. La riqueza era algo elástico que había crecido conforme avanzaba él en su carrera, pero sin adaptarse jamás con el límite de sus necesidades.

Aparecía más bien como un joven prudente, reservado, melancólico, de trato cortés y caballeroso, de corazón sensible, lleno de cariño y de respeto hacia su madre. Después que concluyó la carrera tuvo sus anhelos y aun proyectos de salir de Lancia, de ir a la corte, de viajar durante algún tiempo. Bastó, sin embargo, la negativa de la condesa para contenerle y hacerle desistir.

Imposible es comprender hoy la obscuridad que proyectaban sobre la entrada de la Carrera el ancho paredón del Monasterio de la Victoria por un lado, y la sucia y corroída tapia del Buen Suceso por otro. Más allá formaban en línea de batalla las monjas de Pinto; por encima de la tapia, que servía de prolongación al convento, se veían las copas de los cipreses plantados junto á las tumbas.

He dicho que convenia observar el talento particular de cada niño para dedicarle á la carrera que mejor se le adapta: y que seria bueno observar lo que dice ó hace cuando se encuentra con ciertos objetos.

Este año era el último de su carrera y dentro de dos meses será médico, se retirará á su pueblo, se casará con Juliana para vivir felices. El éxito de su licenciatura no solo era seguro, sino que lo esperaba brillante como la corona de su vida escolar.

8 Los rectos se maravillarán de esto, y el inocente se despertará contra el hipócrita. 9 El justo retendrá su carrera, y el limpio de manos aumentará la fuerza. 10 Pero volved todos vosotros, y venid ahora, que no hallaré entre vosotros sabio. 11 Mis días se pasaron, y mis pensamientos fueron arrancados, los designios de mi corazón.

Se escuchaban los pasos precipitados de dos hombres que se acercaban á la carrera. ¿Quién va? dijo Quevedo. El cocinero de su majestad contestó una voz angustiosa. ¿Y quién más? repitió Quevedo. Fray Luis de Aliaga contestó otra voz. ¡Ah, bien venido seáis! He aquí, doña Clara, que Dios nos envía amigos. Pero doña Clara no contestó. Helósele la sangre á Quevedo.

Y díla que en tu pensil, en bullicioso tropel, huríes te han reclamado y beldades más de mil, y que a todas ellas, cruel, con esquivez te he negado. Sueño fugaz de la vida, campo esmaltado de flores, aura empapada de olores, carrera llana y florida...: tal es la infancia querida.

Y aun así, aun en esta bajeza, la predilección precedería á la elección, y todavía, sin elevarse sobre tan bajos motivos, ó carecería de juicio el que se hiciese jesuíta, ó consideraría que el serlo era mejor profesión ó carrera que todas las otras que hubiera podido seguir.