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Lo cierto es que su gentileza ya mencionada, su discreción, despejo y buen trato, se hicieron notorios en Jerusalén, y que las damas le ponían en las nubes. Hasta un no qué de torvo, de melancólico y de trágicamente distraído, que había en su lindo semblante, le hacía más grato a las damas.

El aspecto general de la ciudad es melancólico, pero sus pendientes senderos escalonados desde el rio, los bosques que la rodean y coronan la montaña, la majestad de sus altas rocas escarpadas y los risueños paisajes del vecino valle, dan una hermosura particular á todo el panorama.

Milord dije dando a mis palabras toda la serenidad posible usted debajo de ese humor melancólico, debajo de los oropeles de su imaginación tan brillante como loca, guarda sin duda un profundo sentido y un corazón de legítimo oro, no de vil metal sobredorado como sus acciones. ¿Qué quiere usted decirme? Que una persona honrada como usted sabrá reparar la más reciente y la más grave de sus faltas.

Esas curiosidades expuestas con rótulos en ese gran palacio triste constituían, efectivamente, un museo, conjunto melancólico de cosas traídas de países muy lejanos, separadas de su medio ambiente. El mismo veterano Sieboldt parecía que formaba parte de él por su aspecto extraño.

La una estaba pálida y tenía la vista fija constantemente en el suelo: la otra la miraba de vez en cuando con inquietud y tristeza. Cuando me acerqué guardaban silencio, pero no tardó en romperlo la primera exclamando en voz baja y con acento melancólico: ¡Si lo hubiera sabido, no saldría hoy a paseo! ¿Por qué? repuso la segunda. De todos modos algún día os habíais de encontrar.

Procurad también que, leyendo vuestra historia, el melancólico se mueva a risa, el risueño la acreciente, el simple no se enfade, el discreto se admire de la invención, el grave no la desprecie, ni el prudente deje de alabarla.

Únicamente sonreía cuando su mirada se encontraba con la de Rafael, que la escuchaba en éxtasis, acompañando con débil palmoteo el rasguear melancólico de la guitarra del señor Fermín. ¡Oh, la voz de María de la Luz!

En estos momentos, es cuando necesito para él todo el socorro divino que siempre he solicitado. Sus pasiones empiezan a desarrollarse; temo que su juventud y su vida sean demasiado borrascosas; le veo de continuo melancólico y agitado; no lo que pretende. ¡Ah! quisiera encontrar el medio para tenerlo contento.

El que no puedo menos de citar nominatim es una Magdalena de Correggio, digna de figurar entre las primeras obras de este inmortal artista. Algo más despacio visité el Palacio de Felipe II, ó bien la que era morada principal de los Reyes de España cuando el melancólico hijo de Carlos V tuvo la humorada de hacer á Madrid capital de sus Reinos.

En una puerta susurraba la guitarra con melancólico rasgueo, contestándole desde otra el acordeón con su chillido estridente y gangoso. Y los ruidos de la plaza, el reír de las gentes, los gritos que se cruzaban entre los corrillos y la música popular, entraban con el fresco de la noche en el salón de las de Pajares, sirviendo de sordo acompañamiento a la conversación de la tertulia.