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«¡La muerte! pensaba yo, mientras Mauricio silbaba entre dientes un canto melancólico. ¡La muerte! Voy a verla llegar... acaso ha llegado a esta hora.... ¡Nunca creí que los míos, los que yo amaba, pudieran morir!».... Me dolía el corazón, y mi pensamiento iba de una cosa a otra sin detenerse en ninguna.

Yo las veía reunirse en bandadas por encima de , partiendo de los bosques, de los templos y de los pabellones imperiales; cada una llevaba, para librarse de los milanos, una cañita de bambú que el aire hacía silbar, y aquellas nubes blancas pasaban como impelidas por una brisa suave, dejando en silencio un lento y melancólico suspiro, una ondulación célica, que se perdía en los aires pálidos.

Vestía ligero traje de muselina, y estaba graciosamente envuelta en un rebozo que cruzándose flojo y llena de pliegues en el pecho de la joven dejaba caer hacia atrás, sobre los hombros, las flecadas puntas. La luz de la lámpara daba de lleno en el rostro de la doncella, en aquel rostro pálido y melancólico, doblemente interesante bajo los negros cabellos.

Me dejé caer sobre una silla, la mano derecha sobre la cabeza y fijos los ojos en la iglesia, oía involuntariamente el toque melancólico de la campana, de cuyas vibraciones tanto gustaba, y que, llorando entonces, llevaba mi llanto entre sus sonidos a todas las colinas, penetrando en las cabañas de mis buenos amigos los campesinos.

»Como yo me lo temía, bien poco o nada se dejaron ver en Luz los buenos efectos del remedio tan encarecido por el doctor. La primera impresión, algo más viva y agradable; pero en seguida, el mismo desaliento y el mismo tinte dolorido y melancólico en la voz y en las miradas delante de Ángel que de . »Por la noche vino Guzmán. Nada sabía de lo ocurrido.

El hijo de Pelayo le desprecia a usted, compadre. Aquella tarde, luego que nos sentamos, entabló conversación diciendo: Parece, amigo Sanjurjo, que le veo a usted un poco melancólico. Durante el almuerzo no ha hablado usted nada. ¿Estará usted por ventura enamorado? En la entonación de la pregunta y en la sonrisa con que la acompañó comprendí que algo sabía, y me puse colorado.

Has sido la grave orquesta De los cánticos triunfales, Y en los tristes funerales, Melancólico pregon; Y colgado de tus cuerdas Un pueblo de audacia lleno, Ha hecho brotar de seno La voz de revolucion. Y tus ecos tempestuosos Por el aire resonaron Cuando en Mayo saludaron El sol de la redencion, Cuyo vivífico rayo Como un martillo de oro Te dió el acento sonoro De la estátua de Memnon.

Habla asombrosamente el italiano... ¡Oh! Ha tenido forzosamente que aprenderlo en interés de su carrera. Todas las compañías que pasan por aquí cantan en italiano ó en alemán... ¿Es de carácter alegre? No; mas bien melancólico. ¿Y el cabello que enseña en su papel es suyo ó es una peluca? ¿Es realmente morena?

MANRIQUE. No temas, no; tan sólo ha sido un sueño, una ilusión, pero horrorosa... un sudor frío aún por mi frente corre. Soñaba yo que en silenciosa noche, cerca de la laguna que el pie besa del alto Castellar, contigo estaba. Todo en calma yacía; algún gemido melancólico y triste sólo llegaba lúgubre a mi oído.

Mil veces había bajado el pastor al fondo del precipicio; pero nunca lo había visto iluminado tan claramente ni tan melancólico. De lejos, su carro plateado, en lo hondo del abismo, le producía el efecto de una de aquellas enormes piedras cubiertas de nieve, bajo las cuales se hallaban sepultados los germanos.