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Después de subir a su departamento para vestirse, las dos jóvenes reaparecieron en seguida, vestidas de piqué blanco, cubiertas con el indispensable canotier, y llevando bajo el brazo sus raquetas enfundadas en tela gris. Conversando, tomaron el camino del Tennis-Club, donde sus amigos se reunían ese día. Bajo los manzanos, que rodean el circo, estaba servido un lunch en mesitas.

Dos ó tres mas cuidadosos de sus personas traían paraguas abiertos; otros dos bajaban armados de grandes anteojos de larga vista, y los demas, completamente dandys, empuñaban flexibles bastoncitos fashionables, con las manos finamente cubiertas con guantes amarillos de cabritilla.

Se siente una especie de vértigo al ver aparecer repentinamente y esconderse al instante entre nubes de niebla y humo, ó detras de algunas colinas cubiertas de quíntas, pequeñas villas en una serie que parece interminable.

Las unas en camisa, desgreñadas, Las otras dando gritos, mal cubiertas; Las otras medias caras afeitadas, Caidas, desmayadas

En la estacion de seca se hace este viage cruzando las hermosas llanuras cubiertas de trecho en trecho de palmeras carondais.

Y salió del escritorio para internarse en las bodegas, que formaban casi un pueblo, con su agitada población de arrumbadores, mozos de carga y toneleros, trabajando en las explanadas, al aire libre o en las galerías cubiertas, entre las filas de barricas. Las bodegas de Dupont ocupaban todo un barrio de Jerez.

La duquesa pasaba á la otra habitación, que estaba completamente á obscuras, para evitar cualquier curiosidad reprensible; la duquesa cerraba por una parte y otra dos puertas, y sólo cuando era imposible que nadie la viese, abría las ventanas que estaban cubiertas por cortinas. El paso de una á otra habitación se hacía siempre así. Era imposible que nadie comprendiese su estado.

Los siete jueces se saludaron como gente que no se ha visto en una semana. Luego hablaron de sus asuntos particulares junto á la puerta de la Catedral. De vez en cuando, abriéndose las mamparas cubiertas de anuncios religiosos, esparcíase en el ambiente cálido de la plaza una fresca bocanada de incienso, semejante á la respiración húmeda de un lugar subterráneo.

Presentía yo hermoso día, uno de esos inolvidables días que dan a las almas de los niños festivo buen humor; uno de esos días que convidan, a sacudir el yugo escolar para irse por los campos a tenderse bajo los álamos del río, cabe las ondas murmurantes, cerca de las piedras cubiertas de musgo, lejos del dómino cetrino e irrascible, lejos de las coplas del Iriarte, de las discusiones del Foro y de las catilinarias terríficas; día de los más bellos para salar.

Aquel libro tenía por título: Miedos y tentaciones de San Antonio Abad. La habitación en que la duquesa se encontraba era una extensa cámara del alcázar, cuyas paredes estaban cubiertas de damasco rojo, y adornadas con enormes cuadros del Tiziano, de Rafael y de Pantoja de la Cruz.