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Su posición social no se había consolidado. Lo que él poseía era obra de los primeros años de matrimonio, cuando una de sus mayores alegrías consistía en ahorrar y sorprender a Carmen y la mamita con la noticia de nuevas adquisiciones. Luego había seguido ganando dinero, tal vez en mayor cantidad, pero se desparramaba y desaparecía por infinitos agujeros abiertos en su nueva existencia.

Pero no era un hombre, no, el que con más insistencia, y un cierto encono mezclado ya de amor, miraba a Sol del Valle, y con dificultad contenía el llanto que se le venía a mares a los ojos, abiertos, en los que se movían los párpados apenas. La conocía en aquel momento, y ya la amaba y la odiaba.

Dicen que no trabajaba bien cuando no había visto por la mañana a «la hijita». El no le decía «Nené», sino «la hijita». Cuando su papá venía del trabajo, siempre salía ella a recibirlo con los brazos abiertos, como un pajarito que abre las alas para volar; y su papá la alzaba del suelo, como quien coge de un rosal una rosa.

Juanito quedó clavado en el suelo por el asombro, con los ojos desmesuradamente abiertos, mirando a un lado y a otro, sin ver nada. Los demás seguían cabizbajos, oyendo por centésima vez la relación del señor Cuadros, que parecía enloquecido por la ruina. ¡, hijo mío! Yo también he estado allí. Aquello es una desolación.

Bajó el joven en seguida, y al verle entrar el padre de Magdalena se adelantó hacia él con los brazos abiertos, exclamando: ¡Gracias, hijo mío! Ya confiaba yo en ti y sabía que no me equivocaba al contar con tu valor. Amaury respondió a esta lisonja con un triste movimiento de cabeza, y sonriéndose con amargura se disponía a replicar cuando entró Antonia, llamada también por su tío.

El venerable pariente se encontraba demasiado joven para pensar en retirarse, y la rivalidad de su sobrino dio una agilidad a sus piernas que nunca había tenido. En resumen, el pobre muchacho fue tan mal recibido, se le pusieron tantos obstáculos en su camino, que, de puro desesperado, se volvió a París. Sus antiguos maestros le acogieron con los brazos abiertos y pronto tuvo una gran clientela.

Buen apuro». Estaba el Magistral como si don Víctor le hubiera sorprendido allí, en su despacho, robándole los candeleros de plata en que ardían las velas. Quintanar daba diente con diente y preguntaba con los ojos muy abiertos y pasmados. «¿Usted dirádecían aquellas pupilas brillantes y en aquel momento sin más expresión que un tono interrogante. «Había que hablar».

Una gran parte de dicho equipaje iba amontonado en el techo del vehículo, y al avanzar éste rechinando sobre los profundos relejes abiertos en el polvo, se inclinaba con un balanceo cómico ó inquietante, como si fuese á volcar. En la puerta del boliche se agolparon los hombres libres de trabajo, atraídos por tal novedad.

Los vidrios emplomados de dos grandes rosetones abiertos en lo alto de las paredes de la gran nave central dejaban paso a una triste claridad que se extendía como blanco mantel delante del altar mayor.

Corrió sin pérdida de tiempo a la calle del Circo y fue recibido con los brazos abiertos.