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Actualizado: 26 de mayo de 2025
Era verdad, Magdalena ya no existía... Se había eclipsado con las estrellas del cielo; suavemente había pasado del sueño a la muerte sin esfuerzo, sin exhalar más que un suspiro. Los tres contemplaron en silencio a la pobre criatura. Luego, viendo Amaury que sus hermosos ojos habían quedado abiertos, quiso cerrárselos, pero el doctor detuvo su ademán diciéndole: Lo haré yo, que soy su padre.
Todavía estuvo algún tiempo con los ojos abiertos, aunque le pesaban como si fuesen de plomo los párpados. Al cabo los cerró y se durmió. Esto es, no es fácil decir si se durmió o se quedó solamente traspuesto.
Y adelantándose con los brazos abiertos fue para abrazarla; pero ella, hurtando el cuerpo, le tendió una manecita fresca, recién lavada con agua y colonia. En seguida se entró por la casa gritando: ¡Papá!, ¡papá! ¡Está aquí el primo Perucho!
Isagani, que había olvidado todos sus pesimismos y solo veía en todas partes rosas sin espinas, respondía: Dentro de muy poco, todas las islas van á estar cruzadas de redes de hierro, Por donde rápidas Y voladoras Locomotoras Corriendo irán como dijo uno; entonces los rincones más hermosos del archipiélago estarán abiertos á todos... Entonces, pero ¿cuándo? Cuando sea una vieja...
No ha sido Jacobo Rodney quien ha hecho eso, maese Marner dijo el tabernero . No hay por qué sospechar del pobre Jacobo. Quizá hubiera que arreglar una cuentecita con él a propósito de una lucha o dos, si uno hubiera de estar siempre con los ojos bien abiertos y no cerrarlos nunca. Pero Jacobo ha estado toda la tarde bebiendo aquí su jarro de cerveza, como la persona más honorable de la parroquia.
Es verdad; pero ¿qué pensarías si yo tratase de hacer algo parecido? se arrojó a decir con precipitación, como quien se decide a proferir una cosa que le ha preocupado mucho. Genoveva se le quedó mirando con los ojos muy abiertos, sin comprender. ¿No entiendes? No, señorita.
La noche del banquete, el poeta le recibió con los brazos abiertos. ¡Ah, Pierrefonds!... ¡Valeroso compañero de miserias y de esclavitud!... Y lo presentó al ministro y á todos los personajes llegados de París. Un héroe, señores; un verdadero soldado y un gran patriota. Pierrefonds gruñió dulcemente, y su bigote se contrajo con algo que parecía una sonrisa.
55 Más él, estando lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesus que estaba a la diestra de Dios, 56 y dijo: He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios. 58 y echándolo fuera de la ciudad, le apedrearon; y los testigos pusieron sus vestidos a los pies de un joven que se llamaba Saulo.
El viejo Hellinger palideció y su mujer se puso a gritar y sollozar: se aferraba al brazo del doctor y quería saber lo que había sucedido, pero éste no decía una palabra más. Así subieron los tres la escalera que conducía al cuarto de Olga, mientras que en el vestíbulo los sirvientes se reunían y los contemplaban curiosamente con los ojos muy abiertos.
Cuando, debilitado por la pérdida de sangre, pudo ser conducido á las trincheras, el sargento quiso ver el cuerpo de su enemigo. Sus dudas continuaron ante la faz empalidecida por la muerte. Los ojos, abiertos, parecían guardar aún la impresión de la sorpresa.
Palabra del Dia
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