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¿Y dinero para todo eso? Ya se te dará. ¿Y para cuándo ha de estar todo preparado? Para las doce de la noche. Estará. Pues adiós, que me importa no perder tiempo. Quede vuesa merced con Dios. Juara se alejó, y Quevedo se metió en el alcázar y se encaminó en derechura á la habitación de doña Clara Soldevilla. Doña Clara se ocupaba en arreglar su equipaje, cuando entró en su cuarto Quevedo.

Le he abandonado absolutamente el cuidado de arreglar los negocios de la sucesión y presumo que su tarea estará terminada hoy. Apenas llegué ayer, fuí á su casa; estaba en el campo, de donde no vendrá hasta mañana.

Francisca no es seria exclamó Celestina, que iba a arreglar el fuego de la chimenea, y aprovechó la oportunidad para mezclarse en la conversación. ¿ qué sabes? dije descontenta. lo que respondió Celestina con la dignidad de los grandes días. Una señorita que no habla más que de casarse, no es una señorita seria... Cállese usted, Celestina replicó la abuela.

Pepe, que se resistía a marcharse sin dar cima a sus propósitos, trató de prolongar la visita y, mirando hacia el cuarto de los libros, repuso: Quisiera concluir de arreglar aquí algo que olvidé días pasados. Haga Vd. lo que guste. Pepe pasó a la pieza contigua, y don Luis, sin poderse contener, hojeó de nuevo las cuartillas.

923 Ricuerdo que esa ocasión andaban listas diversas; las opiniones dispersas no se podían arreglar: decían que el Juez, por triunfar, hacía cosas muy perversas. 924 Cuando si riunió la gente vino a proclamarla el ñato, diciendo con aparato "Que todo andaría mal, si pretendía cada cual votar por un candilato."

Adiós, y si algún día crees que puede tener remedio el mal que has causado, llámame. Entonces sabrás lo que yo soy capaz de hacer por ti. Tuyo, Si consigo arreglar mis asuntos, me marcharé esta misma semana. Adiós por última vezCapítulo XXI Del fin que tuvieron los desordenados amores de don Quintín y del principio de su cautividad

Empezó á registrarse lo mismo que ella, aunque tenía la certeza de que la rebusca era inútil. De pronto sonrió triunfante. Toma el alfiler. Era el de su corbata; una perla famosa, muy admirada por las mujeres, y que no había querido dar nunca, por ser regalo de la princesa Lubimoff. Tuvo que encargarse él mismo de arreglar la rotura de la espalda, suspirando de angustia.

El conde le observaba atentamente de la cabeza á los pies. ¿Y piensan ustedes pasar mucho tiempo en esta posesión? Quizá todo el verano: después de once años de abandono, ya comprenderá usted que no me faltarán asuntos que arreglar. ¡Ah! Indudablemente. La verdad es que han sido ustedes crueles con nosotros, privándonos de su presencia tanto tiempo. Mil gracias... deje usted el sombrero.

Atontada, sin lágrimas, con los ojos inmóviles, alejaba a todos sus parientes, incluso a su padre, y sólo permitía que estuviese a su lado Franz Maas. Este le demostró una amistad leal, alejando a los extraños de la casa, y encargándose de arreglar el asunto con las autoridades. Poco faltó para que, a causa de las insinuaciones ambiguas de David, se entablase un juicio contra ella.

Dijo tranquilamente a su mujer que Paco Ramírez le llamaba al lugar; que tenía que arreglar allí un negocio importante, y que aquella misma noche iba a tomar el tren de Andalucía.