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Su vida matrimonial, que en aquellos tres años se había ido alejando de su memoria como un sueño que la claridad de la aurora desvanece, surgió de pronto delante de sus ojos, tan próxima que la tocaba con la mano. Ni un pormenor faltaba al cuadro. Y ante aquella visión sentíase turbado, como si los sucesos acabasen de efectuarse.

Hablando él y yo escuchando, las horas nocturnas, de negra clámide, se habían ido alejando armoniosamente; las horas matutinales danzaban ya en los umbrales del día, y un revuelo de sus túnicas color violeta penetraba por la hendedura de nuestros balcones; la aurora, con dedos de rosa, golpeaba silenciosamente en el vidrio de nuestras pupilas.

Pero según se iban alejando amortiguábanse las amenazas del maestro. Después, cuando estaba agotada sin éxito alguno esta maniobra, iniciaban los pescozones y repelones á todo correr. ¡Lladres! ¡lladres! Y lanzándoles este insulto, les tiraban de la oreja y se alejaban trotando, para retroceder un poco más allá y repetir las mismas palabras.

Avanzó hasta el coche de alquiler que esperaba fuera de la verja. Antes de subir á él, se volvió para afirmar con un tono de graciosa amenaza: Si no vienes, no me verás más. Creeré que deseas romper conmigo, que me encuentras molesta y antipática... Te espero. Agitó una mano á guisa de despedida, mientras el carruaje se iba alejando. ¡Ya era hora! exclamó Miguel al verse solo.

Porque no era el traspunte vulgar que con cinco minutos de antelación recorre los cuartos de los actores gritando: «Don José; va V. a salir Señorita Clotilde; cuando V. guste». Ni por pienso: Antoñico tenía en su cabeza todos los pormenores indispensables para el buen orden de la representación; dirigía la tramoya con una precisión admirable, daba oportunos consejos al mueblista, hacía bajar el telón sin retrasarse ni adelantarse jamás; cuando había necesidad de sonar cascabeles para imitar el ruido de un coche, él los sonaba; si de tocar un pito, él lo tocaba, y hasta redoblaba el tambor con asombrosa destreza apagando el ruido para hacer creer al espectador que la tropa se iba alejando.

El sentimiento de los celos, la amargura de no haber sido el primero y el único, rejuvenecía la pasión del marino, alejando el cansancio de la hartura, dando á las caricias de ella el sabor acre, desesperado y atrayente al mismo tiempo de una forzosa confraternidad con ignorados antecesores.

Previo regalo de un cigarro con que don Quintín le obsequió, el portero del teatro le dijo dónde vivía la corista por quien iba preguntando, y allá se fue a buscarla, deseoso de hablar de Mariquilla y esperanzado en saber cuándo regresaría para precipitarse en su busca; porque durante aquella larga caminata, según se había ido alejando de su casa y cónyuge, sintió que el amor se enseñoreaba de su espíritu y de sus sentidos, y hasta le pareció que si encontrase a Mariquilla podría llevársela a comer de fonda, contra lo que suponía la desengañada Frasquita.

Ahora me espanta la idea de volver a mi barco, de hundirme en el ajetreo contínuo del acontecimiento. Toda la vida de a bordo se va alejando de ; me parece una cosa vaga y sin realidad.

Cuando las detonaciones se hicieron más débiles y más tardías, como las de una tormenta que se va alejando, la atención pública, hasta entonces en suspenso, comenzó á agitarse, cruzándose entre los parroquianos sonrisas, carcajadas y epigramas, que, afortunadamente, no comprendió el que era objeto de ellos; antes al contrario, pensando sólo en el fatal efecto del sorbete, y durándole aún la sed, comenzó á sacudir garrotazos sobre la mesa y á llamar con toda la fuerza de sus pulmones.

Después se fué alejando el ruido; sentimos unos quejidos en la calle. ¡Ay! no lo quiero recordar. Todavía no se me ha quitado el susto." El militar oyó con interés estas palabras; pero sin dejar de oirlas dirigió su atención á reconocer el sitio en que se hallaba y á examinar el aspecto de la amable persona que en él vivía.