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Fernanda se me quejaba de la indiferencia de su yerno y yo procuraba imitar a mi tío tratando de no dejarme entusiasmar por la cháchara de aquellas dos señoras.

De aquí que el que imita lo moderno corre peligro de engañarse, deslumbrado por el aplauso vulgar y por el prestigio de la moda, y en vez de imitar exquisiteces y bellezas, imita estrafalarias novedades o insulsas tonterías.

Fue entonces cuando don Salvador me narró la curiosa aventura, que a mi vez puse por escrito apenas me fue posible, en mi estilo llano y simple, no atreviéndome a imitar el lenguaje especial y pintoresco con que el narrador lo adornó.

Aquella misma tarde partió Salvador de Elizondo, deseando huir de un país que le infundía repugnancia y miedo, a causa de las muchas locuras que en él había visto; y así como el que visita una casa de orates se siente tocado de enajenación y con cierto misterioso impulso de imitar los disparates que ve, sentía nuestro hombre en cierta levadura recóndita de demencia, por lo cual se echó fuera a toda prisa.

Por fin la expedición llegó á las regiones boreales de la casa, á la elevada zona en que el poeta había hecho su nido. Tocaron, y abierta la puerta, nuestros amigos se encontraron frente á frente de una mujer que, con soñolientos ojos y rostro avinagrado, alzaba la mano sosteniendo un candil, próximo á imitar la sabía conducta de los de la escalera.

Los chiquillos, que gustan tanto de imitar lo que ven hacer a los grandes, se pusieron a cantar en la lindísima tonada de las coplas de la Aurora: ¡Si supieras la entrada que tuvo el Rey de los Cielos en Jerusalén!... Que no quiso coche llevar, ni calesa, sino un jumentillo que prestado fue!

Era la señora Vizcondesa, engolfada en hacer una descripción del lago Pavin, que yo debí imitar, porque indudablemente valía más que la mía.

Y con este saludable recuerdo el pobre Ben Zayb andaba con manos de plomo, no decimos piés, por no imitar al P. Camorra que tenía la avilantez de reprocharle que escribía con ellos.

La cabeza del ciego nadador se interpuso en su camino... Un choque. «¡Padre San Vicente!...» Y Caragòl desapareció con la cabeza roja y la boca llena de sal. Ferragut no quiso imitar esta natación. La tierra estaba muy lejos para los brazos de un hombre: imposible llegar á ella.

Con un carácter vivo y ligero, tienen muchísima habilidad para imitar cuanto se les presenta: así es que reunen todas las cualidades que los hacen susceptibles de civilizarse, mas ántes, quizas que las mismas naciones indígenas de los Andes.