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Actualizado: 14 de mayo de 2025
Era éste de condición tan desabrida y dura que su hija por no aguantarle se metió monja y su hijo le robó y huyó a Italia. Sus cuadros reflejaban su carácter: pintaba con extraordinario vigor, sin imitar a los que habiendo estado en Italia volvían entusiasmados con la gracia y la elegancia de las escuelas romana y florentina.
Gillespie se sintió inquieto al darse cuenta de que el universitario no había llegado aún, á pesar de las promesas hechas el día anterior. ¡Profesor Flimnap! gritó varias veces. La muchedumbre pretendió imitar su voz, lanzando varios rugidos acompañados de risas. El bondadoso traductor permanecía invisible.
Sabidas estas condiciones de la escritura própia de los Filipinos, fácil es comprender la rapidez con que la abandonaron por adoptar la que traian los españoles; pero tambien es mas fácil comprender lo inutil que les hubiera sido el solo cambio de la direccion, como vimos antes, porqué la dificultad de la lectura no se vencia, y el solo placer de imitar, les proporcionaba la inmensa desventaja de tener que aprender, sin provecho, una cosa nueva.
¿Y cuándo? dijo con ansia el Vizconde. Dentro de doce días, el 20 de este mes contestó ella , hasta entonces ni nos hablaremos ni nos veremos. ¿Y por qué tan largo plazo? exclamó él. Porque quiero dijo ella imitar con usted lo que hizo Ninon de Lenclos con el abate Gedoyn. ¿Y qué hizo Ninon con el abate? Aguardó para hacerle dichoso y le hizo dichoso el día de su cumpleaños.
Al que imita solo, le llama imitador, al que inventa sin imitar, fantasmista. El artista y el poeta verdaderos, son los que inventan imitando. Lo característico, que debe entrar en toda obra de arte, lo da la imitación: es como el esqueleto, la trama o el cañamazo de la obra; y la vida, los músculos, la sangre, el color, el bordado, vienen luego por la fantasía.
Yo soy un pobre cura que sólo sabe cumplir como buen trabajador. Debía usted imitar dijo Ojeda a ese abate francés que tanto entusiasma a las señoras. ¡Cállese, señor! protestó el cura . Yo no sirvo para titiritero. Los españoles no sabemos hacer comedias: tenemos más seriedad... ¡Yo soy muy hombre!
Me hallo capaz de imitar a Cristo; y si el enemigo tentador me llevase a la cumbre de la montaña y me ofreciese todos los reinos de la tierra, porque doblase ante él la rodilla, yo no la doblaría: pero cuando me ofrece a esta mujer, vacilo aún y no le rechazo. ¿Vale más esta mujer a mis ojos que todos los reinos de la tierra; más que la fama, la honra, el poder y el imperio?
En una ocasión había oído a la duquesa de Medinaceli al cruzarse los carruajes, decir a su compañera: «¿Estará casada esta niña tan linda?» De aquellos tres meses en Madrid, le había quedado una visión poética, un recuerdo confuso de sus placeres, y cierto prurito de imitar con los pobres medios de que disponía en la villa a las damas encopetadas de la corte, cuyas costumbres sólo conocía de oídas.. Así, por ejemplo, cuando salía de casa, que era pocas veces, solía hacerlo en carruaje, sobre todo si iba al teatro.
La música, en la perfección de su pureza, crea lo bello, sin necesidad de imitar nada. Lo crea en el tiempo, por medio del sonido, sin enseñar ni amonestar, pero sin inducirnos en error, ni equivocarse tampoco.
Con este razonamiento se animaron aquellos buenos cristianos á no hacer caso de su vida temporal é imitar el ejemplo y valor del santo Misionero.
Palabra del Dia
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