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Los ujieres, con gritos estentóreos de «un poco de silencio, señores s'il vous plait, du silence», no lograban tampoco dominar la agitación. La derecha vociferaba y hacía un ruido ensordecedor con los pies; la izquierda pedía a gritos: «la censura, la censura». Fue preciso amonestar seriamente a un imperialista, el barón Dufour, para que se restableciese el silencio...

La música, en la perfección de su pureza, crea lo bello, sin necesidad de imitar nada. Lo crea en el tiempo, por medio del sonido, sin enseñar ni amonestar, pero sin inducirnos en error, ni equivocarse tampoco.

La voz del alcalde, señor Aubry de Chanzelles, llega por primera vez a los oídos de Juan. El alcalde habla con claridad en un tono grave y benévolo. En vez de amonestar a aquella mujer, llamada a justificar las ausencias demasiado frecuentes de su hijo a la escuela, se afana en demostrarle la necesidad de velar sobre la instrucción y desarrollo de la inteligencia de los niños.

10 ¿A quién tengo que hablar y amonestar, para que oigan? He aquí que sus orejas [son] incircuncisas, y no pueden escuchar. He aquí que la palabra del SE

29 Porque yo que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño; 30 y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas, para llevar discípulos tras . 31 Por tanto, velad, acordándoos que por tres años de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno de vosotros.

Los clubs, que comenzaron siendo cátedras elocuentes y palestra de la discusión científica, salieron del círculo de sus funciones propias aspirando á dirigir los negocios públicos, á amonestar á los gobiernos é imponerse á la nación.

Al cabo volvió con la misma suavidad á amonestar á su querida. «Aquellas confianzas con un hombre á quien detestaba le causaban mucha pena. ¿Qué necesidad tenía de aparecer tan contenta cuando él entraba? ¿Por qué consentía que la hablase aparte y en voz baja?... Ya sabía que todo aquello era agua de cerrajas, que ella no iba á enamorarse de sujeto tan ruin; pero con estas confianzas él se crecía y pudiera pasarse á mayores si no se le atajaba.

Y no es raro que se presenten ocasiones favorables para amonestar con algun fruto; porque esos hombres con su imprudencia, suelen atraer sobre amargos disgustos, cuando no desgracias; y entónces, abatidos por la adversidad, y enseñados por experiencia dolorosa, suelen tener lúcidos intervalos de que puede aprovecharse un amigo sincero para hacerles oir los consejos de una razon juiciosa.