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Actualizado: 4 de junio de 2025


Lo primero que hizo el condenado fué dejarse crecer las barbas, despotricarse en los clubs, escribir tremendas catilinarias contra los de su oficio, y, por fin, operando verbo et gladio, se lanzó á las barricadas con un trabuco naranjero que tenía la boca lo mismo que una tompeta.

Cuando la capital se enteró de que los voluntarios del Pretendiente, organizados en divisiones y cuerpos, podían hacer frente a las tropas, nadie dejó de convenir en que era necesario hacer un esfuerzo supremo. En los casinos, cafés y clubs, hasta en los corros de las calles se notó en el centro del día esa efervescencia síntoma de la inquietud popular.

Tiene unas ideas del demonio, Esteban dijo el sacerdote , y las expone en esta santa casa con la mayor tranquilidad, como si estuviera en uno de esos clubs infernales que hay en los países extranjeros. ¿Dónde ha estado tu hermano para aprender tales cosas?

Los exaltados de la Fontana y de los otros clubs han llegado ya á un estado de intransigencia tal.... Al pueblo se le ha predicado mucha doctrina de intolerancia y de exterminio para que se detenga en su aspiración. No hay remedio: esos que se oponen en las Cortes y en los clubs á las exageraciones de la libertad, van á ser atropellados por ella.

Ya otras veces se ha procurado prenderle; pero no cómo consigue evadirse de la Justicia, y pasea después su cinismo por todas las calles de Madrid, por todos los clubs. Esta vez no creo que se nos escape. Ya daremos con él.

En efecto: en aquel momento las esquinas recibían un emplasto oficial, en que se leía el bando prohibiendo la fiesta preparada por los clubs para el siguiente día. La tropa estaba sobre las armas. Y esta noche tenemos gran sesión en la Fontana.

Por eso quería hacerse rico de prisa, para tener algo que ofrecer a la novia y con qué amansar a los padres: la lotería, la Bolsa y la timba de clubs y cafés, todo lo ponía a contribución; hasta entonces su estrella seguía nublada, pero el gran día llegaría... porque forzosamente tenía que llegar. Entretanto, ¿a dónde iba? Por la tarde debía encontrarse en Palermo: ella estaría.

Ciérranse los comercios y oficinas de todo género, ciérranse los establecimientos públicos, ciérrase todo, á excepción de los clubs y tabernas, donde desde cierta hora de la tarde se destapan las botellas y se abren los labios. Contrastes como los que he visto en Lóndres, no los ofrece pueblo alguno del mundo.

La avenida de Rio Branco, de una milla de norte a sur, a través del corazón de la ciudad, es una espléndida vía pública delineada por sólidos edificios públicos o casas privadas o de comercio. Los nuevos desembarcaderos, por una parte, y los varios clubs, la biblioteca nacional, el teatro municipal y el palacio de Monroe, por la otra, son dignos, cada uno, de un detenido estudio.

De fijo llamaría su atención que una gran parte de los ociosos, que en aquel sitio se reúnen desde que existe, lo abandonaban á la caída de la tarde para dirigirse á la Carrera de San Jerónimo ó á otra de las calles inmediatas. Aquel público iba á los clubs, á las reuniones patrióticas, á La Fontana de Oro, al Grande Oriente, á Lorencini, á la Cruz de Malta.

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