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Actualizado: 25 de mayo de 2025


Las tradiciones patrióticas sostenían y fomentaban en la mente de ellos la fe en los dogmas del Avesta y del Bundehesch, libros sagrados que tal vez ya no poseían ni conocían. La poesía maravillosa, tan floreciente en el reinado de Mahamud de Gazna el Grande, había hecho que resurgiesen aquellas ideas y aquellos sentimientos en los espíritus y en los corazones.

Para hacer resaltar este carácter especial de sus poesías, han sido clasificadas bajo un órden metódico, dividiéndolas en cinco libros y agrupándolas por séries segun sus afinidades. El «Libro Primero», comprende sus poesías patrióticas, escritas casi todas durante la gloriosa lucha de la libertad contra la tiranía, en la que el autor manejó al mismo tiempo la lira y la espada.

Von Hartrott seguía presidiendo sociedades patrióticas y hacía planes de engrandecimiento sobre la próxima victoria, pero había envejecido mucho en los últimos meses. El «sabio» era el único que se mantenía firme. Las desgracias de la familia recrudecían la ferocidad del profesor Julius von Hartrott.

Y echando un poco atrás el sombrero, que debía ser morrión de los de tinaja invertida, se puso más amarillo y acompañó su alteración facial de estas patrióticas palabras: Muchos hablan del ejército sin conocerlo, y yo, que lo conozco, que pertenezco a él, que me glorio de pertenecer a él, digo que con excepción de media docena de traidores, todos somos liberalísimos, aquí y en América.

Mi querido primo: Para distraer mis penas egoístas al considerarme tan viejo y tan quebrantado de salud, y mis penas patrióticas al considerar a España tan abatida, he soltado el freno a la imaginación, que no le tuvo nunca muy firme, y la he echado a volar por esos mundos de Dios, para escribir la novela que te dedico.

No me sedujeron tales proposiciones, y le dije con cierta rudeza que más quería ser soldado que peluquero. Esto le agradó; y como le daba el peine por las cosas patrióticas y militares, redobló su afecto hacia .

Sus jumeras eran siempre una fuerte emersión de lágrimas patrióticas, porque todo lo decía llorando. Allí brindó por los héroes de Trafalgar, por los héroes del Callao y por otros muchos héroes marítimos; pero tan conmovido el hombre y con los músculos olfatorios tan respingados, que se creería que Churruca y Méndez Núñez eran sus papás y que olían muy mal.

Su hermana le escribía desde Berlín, valiéndose de un Consulado sudamericano en Suiza. Esta vez la señora Desnoyers lloró por alguien que no era su hijo: lloró por Elena y por los enemigos. En Alemania también había madres, y ella colocaba el sentimiento de la maternidad por encima de todas las diferencias patrióticas. ¡Pobre señora von Hartrott!

Lo más importante era encontrar una buena casa y amueblarla con muebles ingleses, «serios», «distinguidos», y mostradores de caoba brillante. Además, eran necesarios un enorme rótulo dorado, juegos de banderas para las fiestas patrióticas, y gran iluminación nocturna en la fachada. Capital para empezar: dos o tres millones de pesos.

Veo que eres una persona razonable añadió sintiéndose consolado con mi aprobación ; veo que tienes miras elevadas y patrióticas... Pero Paca no ve las cosas más que por el lado de su egoísmo; y como tiene un genio tan raro, y como se le ha metido en la cabeza que las escuadras y los cañones no sirven para nada, no puede comprender que yo... En fin... que se pondrá furiosa cuando vuelva, pues... como no hemos ganado, dirá esto y lo otro... me volverá loco... pero quiá... yo no le haré caso. ¿Qué te parece a ti? ¿No es verdad que no debo hacerla caso?

Palabra del Dia

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