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Vino el señor cura y le dijo ella en voz baja: «Comprendo que deseo la muerte más de lo que debiera, porque me siento perfectamente preparada y llena de fe, como no creo poder estarlo nunca más; si mi vida se prolonga, tendré que volver a empezar estos preparativos y temo... ¿Será pereza, señor cura? ¿me perdonará Dios estos deseos

Queda desembarazado el tramo inferior de la nave central: la segunda parte va á empezar.

.... Algo tenía que decirle a su tío; pero le turbaban tanto los ojos interrogantes de éste, la calma con que esperaba su respuesta, que se le embrollaban sus pensamientos y no sabía cómo empezar. Es cuestión de la mamá.... ¡Si usted supiera, tío...! Está en situación muy apurada.

Ya no me parecen absurdas aquellas ideas tuyas, porque ya no encuentro nada seguro en la tierra... Se rió con una risa nerviosa, sin saber por qué, y miró en los ojos a su amigo. Después llamó; acudió un groom vestido de verde, a quien pidió que trajera licor. Como si el viejo resentimiento le dominara de nuevo, no se decidió a empezar su confidencia.

«Oh, no; no quería volver a empezar. Ella era de Jesús, lo había jurado. Pero el enemigo era fuerte, mucho más de lo que ella había creído. Otras veces había desafiado el peligro; ahora temblaba delante de él.

Las promesas de sus amistades no eran mas que dulces mentiras; nadie haría nada por ellos al verlos en la desgracia; la Justicia seguiría su curso. Su marido iría á la cárcel, y ella tendría que empezar otra vez... ¡otra vez! en un mundo extremadamente viejo, donde le era difícil encontrar un rincón que no hubiese conocido antes... Además, ¡tantas amigas deseosas de vengarse!...

Oíase el gemido de la prensa, el roce del pegajoso rodillo negro y el rascar de la pluma del maestro sobre la piedra. Juan Bou, que aunque buen catalán tenía un oído infernal, destrozaba entre dientes La Marsellesa, como destroza el fumador la colilla del cigarro. Después escupía unas cuantas notas, y callaba para empezar de nuevo al poco rato.

¡La orden! ¡La orden! gritan a esta sazón. ¿Cómo la orden? exclama el autor asustado. ¿La han prohibido? No, señor, es la orden para empezar; habrá venido Su Alteza. Suena una campanilla. ¡Fuera, fuera! y salen precipitadamente de la escena aquella multitud de pies que se ven debajo del telón. ¡Cuidado con los arrojes, señor autor! dice un segundo apunte tomándolo de un brazo. ¿Qué es eso?

Sólo la Alemania de aquel profesor intentaba imponerse al mundo en nombre de la superioridad de su raza, superioridad que nadie le había reconocido, que ella misma se atribuía, dando á sus afirmaciones un barniz de falsa ciencia. Hasta ahora, las guerras han sido de soldados continuó Hartrott . La que ahora va á empezar será de soldados y de profesores.

Una tarde de otoño, después de admitir una copa de cumín que su padre quiso que bebiera detrás del café, Anita salió sola, con el proyecto de empezar a escribir un libro, allá arriba, en la hondonada de los pinos que ella conocía bien; era una obra que días antes había imaginado, una colección de poesías «A la Virgen».