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La madre acogió el casi infantil idilio con afable complacencia, y se reía a menudo al verlos, hablando poco, sonriendo sin cesar, y mirándose infinitamente. La despedida fué breve, pues Nébel no quiso perder el último vestigio de cordura que le quedaba, cortando su carrera tras ella. Volverían a Concordia en el invierno, acaso una temporada. ¿Iría él? "¡Oh, no volver yo!"

Núñez, aunque guerrero, cede a sus instancias y vuelve hacia la casa con semblante fiero y ceñudo, enteramente resuelto a quitarse hasta los calcetines y a meterse en la cama mientras se manda propio a Lancia por una muda. Todos sus amigos le rodean, y así llegan hasta la casa. Emilita, que está al balcón, al verlos de aquella guisa, pregunta con sorpresa: ¿Qué es eso?

Ni Bernardino ni Pilar tenían un cuarto; hasta entonces habían vivido los dos de su trabajo, ella de la costura, él llevando los libros de un almacén, siempre tan pobres y hambrientos que la escasez hacía para ellos todos los días iguales, por lo cual abrigaban la ambición, muy legítima, de verlos lucir mejores.

Es un encanto verlos atravesar el patio, persiguiéndose uno al otro, como si tuviesen alas en los talones. Gertrudis corre tan ligera que sus pies apenas tocan el suelo. Sin embargo, Juan es más ágil; por mucho que dure la carrera, siempre la alcanza.

De todas partes se le acusa a usted de haber dejado enfriar su entusiasmo y hasta de tener miedo; usted deja a los jefes de su partido reunirse en Londres y no va a verlos, y eso lo hace usted por no moverse de Zurich, donde vive la mujer que el día de la tragedia encontramos a su lado, en una casa que no es la de usted... ¿no quiere usted que atribuyamos ese cambio a la frecuentación de esa mujer, a su amistad?

Cuando ya nos preparábamos para el regreso, llegaron, unidos por el santo vínculo, Isabel y el duque de Malagón. Sentimos gran placer al verlos, y los tres días que estuvimos juntos fueron los más felices que pasamos desde nuestra partida. Dimos, al fin, la vuelta para España, dejándolos a ellos en la capital de Francia.

Las caras de los otros servidores que halló al paso estaban de la misma suerte, graves y taciturnas, lo cual aumentó extraordinariamente su agitación. María le seguía. Cuando llegaron a la habitación de doña Gertrudis observaron que dentro había algunas personas, las cuales, al verlos, vinieron hacia ellos en ademán de detenerlos.

¡Qué facha! exclamó Sofía, muerta de risa al verlos venir . Teodoro con la Nela al hombro, y luego el palo con el sombrero de Gessler.... Historia de dos hijos del pueblo Aquí tienes, querida Sofía dijo Teodoro un hombre que sirve para todo. Este es el resultado de nuestra educación, ¿verdad, Carlos?

El padrino hacía parar delante de todas las tiendas de montañeses conocidas; llamaba al chicuco; aparecía éste con una batea de cañas; se bebían alegremente entre el corro de la gente que se apiñaba instantáneamente para verlos, y ¡arrea, niño! vuelta á escapar desempedrando las calles. En la de la Carne el aplauso y la algazara fueron indescriptibles.

Al verlos venir del bracero, a lo largo de una vereda, la monja se santigua: ¡Jesús, María y José! ¿Estoy soñando? ¿Qué milagro es éste? No es sueño, no. Es realidad. Y añade, ya al par de ellos: Gracias a Dios que se han reconciliado ustedes. El Señor les ha tocado en el corazón. Nada hay más sabroso que el perdón, sobre el resentimiento.