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Después que marchara adelante, siempre adelante. Después de andar largo trecho, añadió: Me he perdido, no hay duda de que me he perdido.... Aquí tienes, Teodoro Golfín, el resultado de tu adelante, siempre adelante. Estos palurdos no conocen el valor de las palabras. O han querido burlarse de ti, o ellos mismos ignoran dónde están las minas de Socartes.

Está bueno, y la señora también... ¡Todos fuertes! Corrí a un rincón del claustro a leer los dos plieguecillos. La carta decía así: «Amigo, huésped y estimado Teodoro: A las primeras líneas de su carta quedamos consternados. Mas luego las siguientes nos llenaron de alegría, al saber que estaba con esos santos padres de la misión cristiana.

Verdad que se llevaron gran parte la empresa del gas, el alquiler del teatro, los empleados... pero a los pobres les llegó su pedazo de pan.... O si no, hija mía, lee la estadística... o si no, hija mía, lee la estadística. Florentina se reía, y no hallando mejor contestación que repetir una frase de Teodoro Golfín, dijo a su padre: Cada uno tiene su modo de gastar alfileres.

El asesino es un filántropo. Déjame resumir, Teodoro; la muerte de ese viejo Mandarín idiota, ¡trae a tu bolsillo algunos millones de pesetas! Puedes desde ese momento dar un puntapié a los Poderes públicos: ¡medita en lo intenso de este gusto! Y desde luego serás citado en los periódicos, ¡a qué mayor gloria puede aspirar un sér humano!

Mas en este caso, ninguno de esos torpes espectáculos... Es como quien llama a un criado... Y son veinte o veinticinco millones de pesetas, no recuerdo bien, pero los tengo anotados en mis apuntes. No dudes de , Teodoro. Soy un caballero; lo probé, cuando, haciendo la guerra a un tirano en la primera insurrección de la justicia, me precipitado desde las alturas.

Allí está el fumador sempiterno gritó el doctor con acento del más vivo cariño . ¡Carlos, Carlos! ¡Teodoro! contestó una voz en el balcón. Calló el piano, como un ave cantora que se asusta del ruido. Sonaron pasos en la casa. El doctor dio una moneda de plata a su guía y corrió hacia la puerta. La familia de piedra

Parte de los mismos se imprimieron en 10 pequeños volúmenes, en Madrid, 1786-91, con las comedias más importantes de D. Ramón de la Cruz. En esos últimos años se ha comenzado á publicar en Madrid una nueva edición de sólo los sainetes, que ha de comprender también los no impresos. El primer tomo, único que he visto, contiene 54 piezas. El Otelo, de Ducis, traducido por D. Teodoro de la Calle.

Moviose entonces ligero vientecillo, y Teodoro creyó sentir pasos lejanos en el fondo de aquel desconocido o supuesto abismo que ante tenía. Puso atención y no tardó en adquirir la certeza de que alguien andaba por allí. Levantándose, gritó: Muchacha, hombre, o quien quiera que seas, ¿se puede ir por aquí a las minas de Socartes?

El que no la posee es un idiota.... Florentina, yo era un idiota. No, primo; siempre fuiste y eres muy discreto.... Pero no excites ahora tu imaginación.... Pronto será hora de dormir. D. Teodoro ha mandado que no se te conversación a esta hora, porque te desvelas.... Si no te callas me voy. ¿Es ya de noche? , es de noche.

Teodoro se inclinó, y besando la frente de la Nela, dijo así con firme acento: Mujer, has hecho bien en dejar este mundo. Florentina se echó a llorar, murmurando con voz ahogada y temblorosa: Yo quería hacerla feliz, y ella no quiso serlo. Adiós ¡Cosa rara, inaudita!