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Creeríase que sale de las profundidades de la tierra y que el señor de Golfín, el hombre más serio y menos supersticioso del mundo, va a andar en tratos ahora con los silfos, ondinas, gnomos, hadas y toda la chusma emparentada con la loca de la casa.... Pero, si no me engaña el oído, la voz se aleja.... La graciosa cantora se va.... ¡Eh! Muchacha, aguarda, detén el paso.

El primer libro sobre el que me decido a hablar, después de tan largo y quizás fatigoso preámbulo, se debe al ingenio del joven don Mauricio López Roberts, y contiene tres novelas cortas, cuyos títulos son: Las de García Triz, La cantora y La familia de Hita.

La muerte de Arturito y la pérdida del bastón, aunque pronto empezaron a olvidarse ambas cosas, y por último la aparición de la famosa contralto Rosina Stolz, que iba a estrenarse en el teatro principal, en la Semíramis de Rossini, donde ella era admirable, como actriz y como cantora, haciendo el papel de Arsaces.

Los restos del Orfeo del ramaje se disuelven en el estómago del negro burgués subterráneo. Después de una vida de cinco ó seis semanas, que le parece larguísima, la cantora cae de lo alto del árbol, extenuada por tanta música, tanta poesía, tanta embriaguez ruidosa. El sol seca su cadáver y los transeúntes lo aplastan con sus pies.

Allí está el fumador sempiterno gritó el doctor con acento del más vivo cariño . ¡Carlos, Carlos! ¡Teodoro! contestó una voz en el balcón. Calló el piano, como un ave cantora que se asusta del ruido. Sonaron pasos en la casa. El doctor dio una moneda de plata a su guía y corrió hacia la puerta. La familia de piedra

Pablo, que había concluido su compromiso en el regimiento, dejó el servicio y volvió a París con su joven cantora de opereta... luego fue una bailarina... después una cómica... más tarde una amazona del circo. Ensayaba todos los tipos. Así vivía con la brillante y miserable vida de los desocupados.

La Cantora, por último, es igualmente una novela donde hay vehementes pasiones y valerosos combates contra ellas de la voluntad virtuosa, sin que falte el interés a pesar de lo sencillo del argumento y de la bondadosa suavidad de los caracteres. Evidente prueba de la naturalidad, gracia y primor del estilo dan el interés y el deleite con que se lee la historia de Las de García Triz.

La que se aplica Al Senado histrionio y es cantora, O bien de castañuelas se salpica; Si es como azogue todo bullidora, Si ríe blando, si gracioso brinda, Cuéntese en este mundo por señora: No menester del todo ser muy linda Para reinar: bástele ser farsante: ¿Quién hay que á una farsante no se rinda?

Los importunos alados zumban pedigüeños en torno de la cigarra, interrumpiendo su musical embriaguez; pero los más temibles de estos intrusos son las hormigas, bestias de un egoísmo desvergonzado y arrollador. Las más pequeñas se deslizan por debajo del vientre de la cantora, que, bonachona y tolerante, levanta las patas traseras para no estorbar su camino.

Todos formaban corro en torno de ella. Tiburcio tocaba la vihuela o la flauta, y Teletusa, repiqueteando las castañuelas bailaba como una sílfide. Teletusa era asimismo egregia cantora, no indigna del siglo y de la patria en que la música estaba tan floreciente, merced a Bartolomé Ramos de Pareja, a Pedro Ciruelo, a Juan Anchieta, a Juan de la Encina y a otros insignes compositores y maestros.