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Un regimiento de artillería de montaña acantonado en Salta por el gobierno de Buenos Aires iba á dar escolta al Señor del Milagro. Los frailes de los diversos monasterios circulaban por las calles, de aspecto colonial, y por la antigua Plaza de Armas, rodeada de soportales lo mismo que una vieja plaza de España.

Facundo recibió en La Rioja la invitación, y acogió la idea con entusiasmo, quizá por aquellas simpatías que los espíritus altamente dotados tienen por las cosas esencialmente buenas. A esta sazón la República se preparaba para la guerra del Brasil, y a cada provincia se había encomendado la formación de un regimiento para el ejército.

Con el mapa á la vista fué siguiendo sus explicaciones, hasta conocer la sección de terreno en que se había movido el regimiento de Julio. A la mañana siguiente reanudaron el viaje. Un soldado que había tomado parte en la batalla les servía de guía, sentado en el pescante, al lado del chauffeur. René consultaba de vez en cuando el mapa extendido sobre sus rodillas y hacía preguntas al soldado.

Era ciego de nacimiento. Le habían enseñado lo único que los ciegos suelen aprender, la música; y fue en este arte muy aventajado. Su madre murió pocos años después de darle la vida; su padre, músico mayor de un regimiento, hacía un año solamente.

Nada hay aquí de artificial ni de impuesto como en un regimiento de soldados con sus movimientos mecánicos y sus uniformes, sino lo pintoresco, el encanto poético, la libertad de actitud y de vida como en una multitud de hombres de todos los países, aproximándose por afinidad cada cual á los suyos.

Ya se podía pensar en beber. ¿Pero dónde? Después del avance de nuestras tropas, que no ocuparon enteramente las posiciones francesas por ofrecer esto algún peligro, los soldados del regimiento de Órdenes divisaron una noria, en el momento en que los franceses, que durante la acción habíanla ocupado, se hallaban en el caso de abandonarla.

Simón Cerojo, que acababa de recibir su licencia de soldado, que sabía un poco de pluma y había corrido media España con su regimiento, de cuyo coronel fue asistente cinco años, y era, además, un mocetón fresco y rollizo, se creyó con todas las condiciones exigidas por la vanidosa muchacha; y se atrevió a pretenderla, no sin llevar encima, por memorial y a mayor abundamiento, en su primera visita, un reloj de cinco duros y alguna de la ropa que, como prenda «de una buena estimación y una fina amistad», le había regalado su coronel al despedirle.

El coronel nos mandó la música del regimiento, que fue colocada en una habitación contigua, produciendo muy buen efecto, combinada con el salón; mandé quitar la cama de mi cuarto que es muy espacioso, e hice colocar una mesa para setenta cubiertos aproximadamente, y otras dos en las que podían acomodarse otros tantos entre una y otra.

, señora; sólo quedan los desconocidos, los paisanos que no estaban afiliados a ningún regimiento. Vamos a verlo dijo con un aplomo, con una firmeza que me asombraron, pues no suponía tanto valor en alma de mujer. Yo acompañaré a usía con mucho gusto. ¿Y qué tal se ha portado mi hijo? me preguntó cuando marchábamos juntos. Señora, se ha portado como un héroe; se ha portado como quien es.

Conocía a cierta mujer del barrio, que se había casado con un músico de regimiento, y ahora, retirado él del servicio, tenía una tiendecita junto a la carretera de Extremadura, en el cerro de los Corvos. Acababa de perder a un pequeño, y ella se encargaría de lactar al biznieto por poco dinero. La vieja, antes de marcharse, le habló de Feli. La había visto: estaba muy enferma.