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Pues supongamos que yo llego a considerarme obligado también a acatarla, y que, en virtud de ello, me decido a apartarme de Luz y a romper todo trato con ella, precisamente cuando está aguardando a que yo le señale la hora de estrechar todavía más el que tenemos. Con lo primero, la daría una puñalada a obscuras y a traición; con lo último, se moriría de espanto y de vergüenza.

Hace poco he confesado mi culpa y ahora lo hago de nuevo. Suelo titubear mucho antes de tomar una resolución, pero así que me decido no hay nada capaz de detenerme en mi propósito. Ya cómo debo reparar mis yerros. Caballero, tengo el honor de presentarle mis respetos. ¿Qué se propone usted hacer? preguntó el conde de Mengis, temeroso de que Felipe se dispusiese a cometer alguna nueva simpleza.

PROCLO. Aunque es vulgar, mezquino y un tanto cuanto pecaminoso el fundamento de tu deseo, tu deseo es bueno en , y me decido a satisfacerle; pero la empresa es ardua.

Hasta en los Estados Unidos país donde las mujeres ejercen una enorme y legítima influencia creen algunos, equivocadamente, que mi novela es á modo de una sátira del feminismo norteamericano. Como EL PARAÍSO DE LAS MUJERES ha sido traducida ya á varios idiomas, me decido á publicarla igualmente en español, aunque no pensase en ello cuando la escribí.

Y mientras voy pienso todas estas cosas y me dedico un aplauso por mis dotes de lógico y filósofo. Llego al Español cuando están a mitad de un acto. No si entrar en la sala o permanecer en el vestíbulo hasta que acaben. Me decido por entrar; procuro no molestar con el ruido de mis pasos. Al sentarme suena una larga salva de aplausos. Yo miro al escenario y también aplaudo.

En tan desengañada situación y urgiéndome pagar la deuda de la lindísima fantasía que tuvo V. la bondad de dedicarme, me decido a dedicar a V. esta colección de CUENTOS Y DIÁLOGOS, que, si bien publicados antes aisladamente, salen hoy por vez primera reunidos en un tomo.

Creo, decido que no debes valerte de ellos. ¿Sabes los mandamientos de la ley de Dios? ¿Sabes que el orden en que están no es arbitrario? Pues bien; ¿qué dice el séptimo? No hurtar. ¿Y el cuarto? Honrar padre y madre.

Si no quiere esta fresca y lozana yedra enlazarse al viejo tronco, carcomido ya, trepe por él, me digo, para subir al renuevo tierno y al verde y florido pimpollo. Dios los bendiga a ambos y prospere estos amores. Lejos de llevarte al chico otra vez, le retendré aquí, hasta por fuerza, si es necesario. Me decido a conspirar contra su vocación. Sueño ya con verle casado.

Además, ese diablo de barbilla... esa mirada... huelo el dueño, el hombre seguro de su fuerza y que quiere imponérsela a todos... Es verdaderamente guapo; y, sin embargo, tengo la intuición de la antipatía de nuestros defectos, así como creo en la probable simpatía de nuestras cualidades. Su autoritarismo da miedo a mi independencia. Si me decido a tomar un marido, no quiero darme un dueño.

Esto último no lo debiera haber pensado: es casi un insulto al buen Sarrió. Si él va al teatro, seguramente será al Español, a la Comedia, tal vez al Real. Entre estos tres, ¿por cuál me decido? Yo creo recordar que a Sarrió le gustaban los versos; yo a veces le declamaba algunos y él me decía que eran muy bonitos.