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Actualizado: 27 de junio de 2025


Al fin me decido y vuelvo al bullicio: las 12 de la noche han sonado y no queda ya en las anchas veredas, desde el bulevar Montmartre hasta la plaza de la Opera, sino uno que otro grupo de retardatarios, y aquellas sombras lívidas, flacas y míseras, que corren a lo largo del muro y os detienen con la falsa sonrisa que inspira una piedad profunda... Todo ha pasado, el pueblo se ha divertido y M. Prud'homme, calándose el gorro de noche, dice a su esposa: Madame Prud'homme, on a beau dire: nous sommes dans la décadence.

Y sin embargo, yo no me decido a confesarme con este excelente y benigno D. Miguel. ¿Qué le voy a decir? ¿Tengo algo de terminante y de bien calificado? ¿Hay infracción clara de los mandamientos divinos que constituya mi culpa?

El primer libro sobre el que me decido a hablar, después de tan largo y quizás fatigoso preámbulo, se debe al ingenio del joven don Mauricio López Roberts, y contiene tres novelas cortas, cuyos títulos son: Las de García Triz, La cantora y La familia de Hita.

Erit altera quæ vehat Argo Delectes heroas: erunt etiam altera bella. Para introducción hay también más que de sobra en la divagación precedente. Yo la hallo, no obstante, tan ajustada a la verdad y tan candorosa, que no me decido a suprimirla.

Al llegar a este punto siento yo cierto prurito de declamar y de moralizar, a fin de que mi historia merezca contarse entre las ejemplares. No atino, sin embargo; no me decido siquiera a señalar el blanco contra el cual he de dirigirme. ¿Declamaré contra la sociedad murmuradora? No me atrevo, sin considerarme como injusto. ¿Quién sabe aún lo que en realidad pasaba?

Tampoco en esta cuestión me decido ni por unos ni por otros. En realidad, no se sabe nada sobre el primer período de la vida de Eulame, que fué tan misterioso como la juventud de muchos fundadores de religiones. Todo lo que dicen mis compañeros de Universidad y lo que dijeron igualmente muchos sabios anteriores está fundado en hipótesis.

Muy sutil y poético está usted esta noche dijo Rafaela sonriendo . Y lo peor es que está usted muy razonador y dialéctico; y vamos, empiezo a tener miedo de que usted me convenza. Para huir del peligro me decido a poner término a este coloquio. Déme usted el brazo. Rafaela se levantó del sofá, tomó el brazo del Vizconde, recorrió las salas y fue saludando y hablando a multitud de personas.

Luego subiremos también, si quieres, aunque no qué interés podrías tener en conocerle, ahora... Se sentaron juntas tomándose las manos, mientras oían la voz juvenil y expansiva del visitante resonar en el vestíbulo. ¿Estoy delgada, verdad? Es un principio de anemia. ¿Y no te cuidas? Ellas y Eduardo quieren llevarme a la estancia. Pero no me decido a ir.

Ninguna falta me hacen vuestros agradecimientos, si es que me decido a ir, que todavía no lo ... , tía. Ni voy, si es que me decido, porque me lo agradezcáis, sino por medir con mis propios ojos toda la hondura del abismo en que te quieres arrojar, a ver si hallo aún modo de apartarte de él.

A fin de evitar esto, que a mi ver es un mal, y a fin de contribuir, en cuanto esté a mi alcance, a que sean conocidas y celebradas las producciones que lo merecen y que se escriben y se dan a la estampa fuera de Madrid y en lengua castellana, me decido yo a dar noticia de algunas de ellas, prefiriendo, como es natural, las de mis paisanos los andaluces.

Palabra del Dia

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