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Actualizado: 10 de septiembre de 2024
A mi ver esto no imprime esencial carácter al diálogo, ni le hace más ameno y chistoso, y propende, en cambio, a crear un nuevo dialecto, o más bien una lengua bárbara e informe. Cervantes hace hablar a la gente más ruin de Andalucía sin marcar lo vicioso de la pronunciación en la escritura. Estébanez Calderón sigue su ejemplo y no por eso podrá dudar nadie de que sean andaluces Pulpete y Balveja.
No me parecieron muy avantajadas esas crias; la vacuna no tiene un crecimiento notable, y la caballar es bien inferior á su reputación. He observado que hay exageracion en lo que se dice generalmente de los caballos andaluces, lo mismo en Sevilla que en Córdoba y Granada.
En Cádiz y en el puerto de Palos hablábase de los países desconocidos como de algo indiscutible; pero los navegantes andaluces, gallegos o levantinos, gentes rudas y humildes, se hubieran asustado ante la idea de ir a la corte para exponer su opinión.
Fuéron restituidas á Candido y á Cacambo las armas que les habian quitado, y con ellas los dos caballos andaluces; y Cacambo les echó un pienso cerca de la enramada, sin perderlos de vista, temiendo que le jugaran alguna treta. Besó Candido la sotana del comandante, y se sentaron ámbos á la mesa. ¿Con que es vm. Aleman? le dixo el jesuita en este idioma. Sí, padre reverendísimo, dixo Candido.
Rompió entónces la vieja el silencio, y dixo: En la caballeriza hay tres caballos andaluces con sus sillas y frenos; ensíllelos el esforzado Candido; esta señora tiene moyadores y diamantes; montemos á caballo, y vamos á Cadiz, puesto que yo no me puedo sentar mas que sobre una nalga. El tiempo está hermosísimo, y da contento caminar con el fresco de la noche.
Luego, a la hora del almuerzo, comenzó a cantar las excelencias del trabajo, llamando a cada paso en su apoyo al catalán: «¿Verdad, señor Llagostera, que no hay otra fuente de riqueza? al mismo tiempo hacía con disimulo el ademán de tirar de una carta . ¿Verdad, señor Llagostera, que el único medio de prosperar las naciones y los individuos es el trabajo honrado? ¿Eh? ¿El trabajo decente? la misma a mueca . Yo no conozco más que a los catalanes que sepan tirar..., tirar bien del carro de la riqueza, ¿eh? tirando de la carta imaginaria . ¡Oh, si los andaluces tirásemos tan bien!...» Los comensales no podíamos reprimir la risa.
Los habitantes de la costa valenciana iban con los moros andaluces, en el siglo VIII, á llevar la guerra al fondo del Mediterráneo, y se apoderaban de la isla de Creta, dándole el nombre de Candía. Desde este nido de piratas eran el terror de Bizancio, tomando por asalto á Salónica y vendiendo como esclavos á los patricios y las damas más principales del Imperio.
Sonaban en su conversación apellidos vascos y andaluces de arcaico eufonismo: apellidos de los que sólo se conservaba en la Península un recuerdo tradicional en crónicas y comedias de otros siglos. Acogían con el interés de un gran suceso la noticia de los que marchaban al viejo mundo.
El señor Fermín y sus hijos penetraban sin darse cuenta en la familia del amo, hasta llegar a confundirse con ella. La simpleza del capataz, alegre e hidalga como la de todos los labriegos andaluces, le hacía captarse la confianza de los de la casa señorial.
Llevaba siempre consigo a Gláfira, mantenía su promesa jactanciosa de hacerla reina, y ahora esperaba hacerla reina en su patria, mucho antes de que se le borrase el apasionado signo de esclavitud que le había puesto en el cuello. Creta estaba en poder de los bizantinos cuando los forajidos andaluces desembarcaron en sus costas.
Palabra del Dia
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