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Varios sucesos distrajeron por unos días la atención pública, y la espía quedó momentáneamente olvidada. Al llegar á Salónica hizo discretas preguntas á sus amigos militares y marinos en los cafés del puerto. Casi todos desconocían el nombre de Freya Talberg. Los que lo habían leído en los diarios contestaban con indiferencia. quién es: una espía que fué artista; una mujer de cierto chic.

Veas si te lo traes repitió Blanes . Dile que su madre va á morirse de pena... ¡ puedes hacer mucho! Pero todo lo que pudo hacer el capitán Ferragut fué conseguir un permiso y un automóvil viejo para visitar el campamento de los legionarios. La llanura árida en torno de Salónica estaba cruzada por numerosos caminos.

Por el momento, iban á Gibraltar para recoger la carga de un vapor que no había podido seguir su navegación. Del estrecho tal vez hiciesen rumbo á Salónica una vez más. Nunca emprendió un viaje con tanta alegría el capitán del Mare nostrum. Creyó dejar en tierra para siempre el recuerdo de aquella mujer ejecutada, cuyo cadáver veía en sueños muchas noches.

Las tripulaciones de los buques de guerra surtos en la rada venían á fundir en esta variedad de uniformes la nota monótona de su azul negruzco, casi igual en todas las marinas del mundo... Y á la amalgama militar se agregaba la pintoresca variedad de la vestimenta civil, el carácter híbrido del vecindario de Salónica, compuesto de varias razas y religiones que se entremezclan sin confundirse.

Cuatro meses después, el capitán Ferragut estaba en Barcelona. Había hecho durante este tiempo tres viajes á Salónica, y en el segundo tuvo que comparecer ante un capitán de navío del ejército de Oriente. El marino francés estaba enterado de sus expediciones anteriores para el avituallamiento de las tropas aliadas; conocía su nombre, y le miró como un juez que se interesa por el acusado.

Quiso ver Ulises otra vez á «los tres mosqueteros» antes de partir de Salónica, pero el batallón había levantando su campo, situándose á muchos kilómetros al interior, frente á las primeras líneas búlgaras. El entusiasta Blanes disparaba ya su fusil contra los asesinos de Roger de Flor. A mediados de Noviembre llegó el Mare nostrum á Marsella.

Los camareros de los cafés trincaban los grandes toldos como si fuesen el velamen de un buque. Se aproximaba el mistral, y cada dueño de establecimiento ordenaba la maniobra para hacer frente al helado huracán que vuelca mesas, arrebata asientos y se lleva todo lo que no está asegurado con marinos amarres. Creyó ver Ferragut en la famosa avenida marsellesa una antesala de Salónica.

La gran vía romana entre Roma y Bizancio, antiguo camino de losas azules, pasaba por una calle de la moderna Salónica. Aún guardaba una parte de su pavimento y aparecía obstruída gloriosamente por un arco de triunfo, junto á cuya base de piedra carcomida trabajaban los limpiabotas, descalzos y con un fez en la cabeza.

Estaba triste y orgulloso al mismo tiempo por esta aventura romántica que florecía inesperadamente en la existencia utilitaria y monótona de la familia. ¡Un muchacho que tenía un porvenir tan grande en la fábrica de su padre!... A continuación hacía el relato, con voz insegura y ojos húmedos, de las hazañas de su primogénito: herido en Champaña; dos citaciones y Cruz de Guerra. ¿Quién hubiese imaginado que podía ser un héroe?... Ahora su batallón estaba en Salónica, después de batirse en los Dardanelos.

La Compañía hacia grandes daños á su paso por Salónica y los conventos del monte Athos. Una vez en la verdadera Grecia, el duque de Atenas, Gautier de Brienne, descendiente de los cruzados franceses, la tomaba á sueldo. Trataron con desprecio los caballeros francos á estos guerreros medio salvajes, y los almogávares, poco sufridos de carácter, se enemistaban con ellos.