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Entre una y otra representación tocaban las músicas alegres polcas, y la granujería de siempre, agarrada de un modo repugnante, improvisaba academias de baile en las aceras, chocando muchas veces contra las mesas donde las buenas mozas de vestido almidonado, pañuelo de seda y cara bravia vendían garbanzos tostados, orejones y ciruelas pasas.

No se sientan en aquellas mesas sino los que son convidados, que deben tener oficio o cargo; tampoco se sienta ninguna india.

La presencia de una señora con sombrero y vestido de seda, y la de un varon con sombrero de jipijapa, frac y guante, no dejó de causar cierta sensacion en las gentes que allí comian; pero al poco tiempo cada cual atendió á su plato, y nosotros quedamos libres de miradas y gestos. Las mesas están mondas y lirondas; pero son de piedra roqueña, y no ofrecen nada que pueda repugnar.

La variedad que hoy en platos se encuentra, cederá a la fuerza de las circunstancias; lo que nunca podrá perder será el servicio: la fonda nueva no reducirá nunca el número de sus mozos, porque es difícil reducir lo poco; se ha adoptado en ella el principio admitido en todas: un mozo para cada sala, y una sala para cada veinte mesas.

La peregrinación prosiguió a lo largo de unas mesas en las cuales, bajo toldos de madera, estaban apiladas las frutas del tiempo: las manzanas amarillas con la transparencia lustrosa de la cera; las peras cenicientas y rugosas atadas en racimos y colgantes de los clavos; las naranjas doradas formando pirámides sobre un trozo de arpillera, y los melones mustios por una larga conservación, estrangulados por el cordel que los sostenía días antes de los costillares de la barraca, con la corteza blanducha, pero guardando en su interior la frescura de la nieve y la empalagosa dulzura de la miel.

Semimuertos y semimuertas véseles en las mesas del juego, pálidos y macilentos, engolfarse en placeres desenfrenados, de los que con frecuencia no despiertan. El soplo del mar es otra cosa, puesto que por solo purifica. Esa pureza procede también del aire, y especialmente del cambio rápido que se hace del uno al otro, de la mutua transformación de los dos océanos.

Cuando hubo llegado a la plaza, hace detener en medio de ella su coche, manda cesar el repique de las campanas, y arroja a la calle todo el amueblado de la casa que las autoridades han preparado para recibirle: alfombrado, colgaduras, espejos, sillas, mesas, todo se hacina en confusa mezcla en la plaza, y no desciende sino cuando se cerciora de que no quedan sino las paredes limpias, una mesa pequeña, una sola silla y una cama.

Parecía disuelta esta noche al faltarle la presencia de la señorita Kasper, que era en ella el eje central, el polo de atracción. Algunos de sus individuos estaban diseminados en las mesas del fumadero, siguiendo las partidas de poker. Dos marchaban por la cubierta, y a Fernando le llamó la atención la frecuencia de sus encuentros, como si no le perdiesen de vista.

Sus trajes podrían cantar solos La viuda alegre y todas las obras en las que figura un baile del gran mundo. Y en las otras mesas, rubias y más rubias, pero hinchadas de grasa, con el talle cuadrado, las manos cuadradas y la cara barnizada por el sol. Después las verá usted arriba.

Estaban sentadas en los divanes de los ángulos, conversando entre ellas, mirando á los grupos de jugadores con un aire de empleadas que descansan después de cumplido su deber. Habían llegado á Monte-Carlo muchos años antes, con joyas, con miles de francos, con un hombre que sufría sus desigualdades de humor y encima daba dinero; y todo se había volatilizado en las mesas del Casino.