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Las borrascas marítimas, los torbellinos de la atmósfera, los trágicos diálogos de los dos Océanos, las tormentas magnéticas llamadas auroras boreales, toda esa fantasmagoría parecíales la Naturaleza furiosamente turbada é irritada, la lucha de Satanás. Durante tres siglos, los progresos fueron lentos.

Diviértese el Océano fabricando en el hueco de una roca océanos en miniatura que no por ser pequeños dejan de estar completos; esto es, un mundo de algunos pies en cuadro. Uno se sienta y contempla. Cuanto más miramos más existencias descubrimos, primero imperceptibles y que luego se destacan.

Austria declaraba la guerra á Servia, mientras los diplomáticos de las grandes potencias seguían trabajando por evitar el conflicto. La red eléctrica tendida en torno del planeta vibraba incesantemente en la profundidad de los océanos y sobre el relieve de los continentes, transmitiendo esperanzas ó pesimismos. Rusia movilizaba una parte de su ejército.

El camarote parecía formado con secreciones de su ser: era un caparazón, una concha que iba con él de un extremo á otro de los océanos, caldeándose con las altas temperaturas del Trópico, cerrándose con un calafateo de cabaña esquimal al aproximarse á los mares fríos.

Orillas de esos lagos que reflejan siempre un Cielo fatídico y huraño cerca de aquellos bosques gigantescos, enfrente de esos negros océanos, al pie de aquellos montes formidables, de esas cavernas en los hondos antros, vense a veces fantasmas silenciosos que pasan a lo lejos sollozando, fúnebres y dolientes... ¡son aquellos amigos que por siempre nos dejaron, caros amigos para siempre idos, fuera del Tiempo y fuera del Espacio!

El paso que une los dos grandes Océanos, aún hoy en que la navegación parece ha puesto su última letra en el libro de los adelantos, es uno de los más peligrosos derroteros que pueden emprender los navegantes, y que Magallanes llevó á cabo, falto de víveres, con imperfectos instrumentos, y con una tripulación descontenta y tumultuosa.

Sólo hay unos miligramos por tonelada de agua; pero con el que existe en los océanos se podría formar una mole tan enorme, que, repartida proporcionalmente entre los mil quinientos millones de habitantes que tiene la tierra, nos tocaría á cada uno un lingote de cuarenta mil kilos, ó sean cuarenta mil toneladas de oro. El pianista avanzó su rostro, estupefacto. ¿Qué decía el profesor?

Entre lo finito y lo infinito, no hay comparacion; todas las medidas son insuficientes, desaparecen: pasamos de la gota imperceptible á la inmensidad del océano; del átomo que se escapa á toda observacion, al piélago de materia difundida por los espacios; y por mucho que esos tránsitos expresen, son nada para representar la idea de lo infinito: estos océanos comparados con la infinidad verdadera, se convierten á su vez en nuevas gotas imperceptibles, y así recorre el espíritu una escala interminable, en busca de algo que pueda corresponder á su idea.

Así vagó Ulises sobre los océanos, como el rey de Itaca sobre el Mediterráneo, guiado por una fatalidad que lo alejaba de su patria con rudo empellón cada vez que se proponía regresar á ella. La vista de un buque anclado junto al suyo y próximo á partir con lejano destino era para él una tentación que le hacía olvidar la vuelta á España.

¡Venid, ateos, amarráos á un palo; contemplad uno de estos fenómenos y veréis cuál distinto es el sofisma que se fragua al calor del gabinete, á la potente al par que salvaje y majestuosa realidad que os enseña un Dios que renegáis por un mal entendido orgullo, no porque no le creáis! ¡Sabed que hay Océanos sin fondo, y que una sola línea que inmediatamente se cierra, puede sepultar todos vuestros falsos templos y todas vuestras ciudades, que por grandes y populosas que sean, comparadas con la inmensidad del Océano, son muchísimo menos que palacios de cartón que desaparecen al capricho del niño que momentáneamente recrean.