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Quísele antecoger delante de y traérosle, pero está ya tan montaraz y tan huraño, que, cuando llegé a él, se fue huyendo y se entró en lo más escondido del monte.

El conde manejaba a la débil criatura con una ternura temerosa; quizá tenía miedo de hacer pedazos a su heredero con algún movimiento de sus robustos brazos. El niño era bastante fuerte para su edad, pero feo, sin gracia y excesivamente huraño.

La fiebre de la caída de la tarde había disminuido; los sudores que inundan por las noches a los tísicos, no eran tan abundantes. El corazón de la enferma no tardó también en entrar en convalecencia. Su desesperación, su humor huraño y el odio a los que la amaban, cedieron la plaza a una melancolía dulce y benévola.

En la mesa, mientras comía poco y sin gana, guardaba silencio, y a veces Julián, que no apartaba los ojos de la señorita, la veía mover los labios, cosa frecuente en las personas poseídas de una idea fija, que hablan para , sin emitir la voz. Don Pedro, como nunca huraño, no se tomaba el trabajo de intentar un asomo de conversación.

¿Sería que su huraño orgullo podía más que su tímido amor? ¿Sería que aquel valiente tenía miedo de ella y de mismo, y, sin fuerza para afrontar una nueva entrevista, empleaba su valor en la fuga? Porque Carlos la amaba, estaba segura.

Surgirían pueblos en las soledades, desaparecerían aquellos cortijos aislados, con su aspecto huraño de cuartel o de presidio, y las bestias volverían a la sierra, dejando el llano para el sustento del hombre. Pero Fermín, al escuchar a su maestro, movía la cabeza con signos negativos. Todo seguirá lo mismo dijo el joven.

Los Aubry que lo querían mucho, atribuyeron primeramente a su carácter huraño, su obstinación en no aparecer por el hotel sino cuando sabía que estaban solos; redoblaron sus atenciones hacia él, pero dejaron que procediese a su gusto, sin sospechar el sufrimiento que, de improviso, lo había embargado. ¿Cómo podían conocer su pesadumbre, ellos que tenían a Juan por un hombre fuerte, resuelto, superior a las vanidades humanas?

No fué el misticismo español de entonces huraño, egoísta y meramente contemplativo, aspirando á elevarse y á unirse con Dios para aniquilarse allí confundiéndose en la esencia infinita y desvaneciéndose en un perpetuo nirvana.

Pero se sentía solo: se notaba la amargura del aislamiento en su gesto ensimismado y triste, en la alegría momentánea que experimentaba al ver á su primo, el único que lograba ablandar su carácter huraño, excitando sus confidencias. El carruaje había dejado atrás la dársena de Axpe, llena de vapores que esperaban turno para la carga; de buques sin flete que dormían en las aguas muertas.

Raras encinas, negras a distancia, moteaban apenas los pedregosos collados. Paisaje de una coloración austera, sequiza, mineral, donde el sol reverberaba extensamente. Paisaje huraño y apacible como el alma de un monje. Vivo resplandor revelaba a trechos, entre fresnos y bardagueras, el curso del Adaja, esparcido sobre la arena como galón de plata que se deshila.