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Actualizado: 14 de mayo de 2025
Hacía un calor espantoso; el cielo ardía implacable, sin una nube, como una cúpula roja; no se movía ni una brizna de viento; las velas, desinfladas, caían a lo largo de los palos; el mar, como un cristal fundido, reverberaba una claridad tan cruel que le dejaba a uno como ciego. En la cubierta, la brea se derretía; los pies se nos quedaban pegados; hacía un vaho de calor imposible de resistir.
Raras encinas, negras a distancia, moteaban apenas los pedregosos collados. Paisaje de una coloración austera, sequiza, mineral, donde el sol reverberaba extensamente. Paisaje huraño y apacible como el alma de un monje. Vivo resplandor revelaba a trechos, entre fresnos y bardagueras, el curso del Adaja, esparcido sobre la arena como galón de plata que se deshila.
Al oír aquel nombre Ramiro se enderezó con viveza y abrió del todo los ojos para disipar con la luz el doloroso recuerdo. El sol, inclinado hacia el poniente, reverberaba en las fachadas fronteras y hacía resplandecer en las ventanas y balcones las joyas, el azabache, la blanca piel de los guantes, los abanicos dorados. Llegoles por fin el turno a los que habían de morir.
Entonces fue cuando esta a su vez quedó pasmada y absorta, volviendo a todas partes la cabeza, como si buscase el sitio en que reverberaba aquel eco, tan exacto y tan fiel. No es eco clamaron las niñas ; es don Federico que está soplando en una caña agujereada.
La mañana encendida de sol, muy alto ya, reverberaba de luz, y el calor excesivo prometia para muy pronto cambio de tiempo. Después de trasponer la loma, los caballos vieron de pronto a las vacas detenidas en el camino, y el recuerdo de la tarde anterior excitó sus orejas y su paso: querían ver cómo era el nuevo alambrado. Pero su decepción, al llegar, fué grande.
Pero aun en medio de aquella deslumbradora luminaria, de aquel incendio de cera que reverberaba en su rostro, veíasele palidecer y pasarse la crispada mano por la frente, como si buscara arrancarse, a pedazos, alguna visión. No faltaban, por cierto, razones a su dolencia. Los desengaños cortesanos fueron el comienzo de su desgracia.
La luna brillaba con esa triste palidez que le dan á su lumbre las nieblas heladas del mes de marzo; y si de trecho en trecho reverberaba un parque, un pequeño canal, ó los muros blanquecinos de un puente; ó se destacaban á uno y otro lado las sombras majestuosas de las arboledas, los castillos rurales ó los edificios de algunas poblaciones ó pequeñas ciudades, la variable escena tenia un aspecto fantástico, mas propio para impresionar al poeta que para ofrecerle nociones provechosas al viajero.
Yo temo que este accidente sobrevino de comer antier en un terrado cubierto, y hacía sol, y reverberaba allí mucho, y estuvo en él hasta las cuatro de la tarde, y de allí se levantó con un poco dolor de cabeza y aquella noche durmió mal.» Esta carta es de 1.º de Septiembre. Por consiguiente, la inscripción preinserta está equivocada, y donde dice 31 de Agosto debe leerse 30 de Agosto.
En tanto el océano, indiferente a las risas y a las angustias de aquellos insectillos que rozaban su bruñida epidermis, reverberaba el incendio del sol en toda su intensidad, gozando este placer augusto con el mismo sosiego que en los primeros días del mundo.
Frente a los cerros que ocupaba la columna del ejército liberal aparecía, en una hondonada, el pueblecillo de Santa Cruz de Urquilezo, cerradas todas las puertas y ventanas de su miserable caserío de fachadas blancas, en cuyas vidrieras reverberaba la luz del alba, fingiendo llamaradas de incendio.
Palabra del Dia
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