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Actualizado: 12 de septiembre de 2024


Con el mismo fresquísimo rumor caían las aguas del riachuelo en la presa del molino, y los tilos centenarios del paseo se destacaban por encima de las techumbres de las casas que aparecían inundadas por tenues y azuladas humaredas.

Los había que estaban ya segados y exhalaban por sus heridas todavía abiertas el calor almacenado en su seno. Otros conservaban su onduloso manto de espigas, que empezaba á estremecerse bajo los primeros soplos de la brisa nocturna. Las máquinas agrícolas se destacaban sobre el rojo sombrío del horizonte como animales monstruosos que empezasen á surgir de las profundidades de la noche.

Hacia el Norte limitaba esta explanada como una muralla gris la cordillera de Cantabria; hacia el Sur podía extenderse la vista hasta los montes de Pancorbo. En este polígono amarillento de Laguardia no se destacaban ni tejados ni campanarios, no parecía aquello un pueblo, sino más bien una fortaleza.

La anciana colocó la lámpara en una esquina del hogar y corrió los cerrojos. Fuera, el frío era intenso; el aire, tranquilo y límpido. Las cumbres de alrededor y los abetos del Jaegerthal se destacaban del cielo como masas obscuras o iluminadas. Lejos, bastante apartado de la ladera, un zorro aullaba en el valle del Blanru. ¡Buenas noches, Hullin! dijo la señora Lefèvre. ¡Buenas noches, Catalina!

Y en el centro de ese interesante anfiteatro de ondas azules, rocas, colinas, palacios y pequeños pinales, se destacaban las chimeneas y los mástiles de multitud de grandes y pequeños vapores, gigantescos navíos, bergantines y barcas, y se cruzaban caracoleando, impulsadas por el remo, centenares de lanchas ó faluchos pintados de colores, como mariposas volando sobre la tersa superficie de un lago.

La luna brillaba con esa triste palidez que le dan á su lumbre las nieblas heladas del mes de marzo; y si de trecho en trecho reverberaba un parque, un pequeño canal, ó los muros blanquecinos de un puente; ó se destacaban á uno y otro lado las sombras majestuosas de las arboledas, los castillos rurales ó los edificios de algunas poblaciones ó pequeñas ciudades, la variable escena tenia un aspecto fantástico, mas propio para impresionar al poeta que para ofrecerle nociones provechosas al viajero.

Ya sólo quedaban en pie las paredes y la parra, con sus sarmientos retorcidos por el incendio y las pilastras que se destacaban como barras de tinta sobre un fondo rojo. Batistet, con el ansia de salvar algo, corría desaforado por las sendas, gritando, aporreando las puertas de las barracas inmediatas, que parecían parpadear con el reflejo del incendio. ¡Socorro! ¡socorro!... ¡A fòc! ¡á fòc!

Bien me parecían todas estas cosas, siquiera por el lado pintoresco que tenían y el fondo patriarcal y sencillote en que destacaban; pero me parecían mucho mejor los ratos que pasaba en la intimidad de Mari Pepa y de Lituca, y principalmente en la de Lituca sola, porque de todo había y para todo daban aquellas largas horas invernizas.

Al otro lado del puente nos encontramos una alegre caravana, en la que nos llamó la atención varias dalagas á caballo perfectamente ataviadas, luciendo caprichosos sombreros con gran profusión de gasas y flores. Los colores de las faldas y los pañuelos que resguardaban sus hombros, eran de colores muy fuertes que destacaban el negro del tápiz.

La noche se venía a más andar, un soplo helado movió el follaje; las dos damas se abrocharon, estremeciéndose, sus abriguillos de paño café con leche, a tiempo que dos bultos negros se destacaban al fin de la avenida. Eran Miranda y Perico, que se asombraron de hallarlas allí tan tarde. ¡Bonito modo, bonito modo de curarse! ¡Demonios! ¡Si no coges una pulmonía, una pulmonía como para ti sola!

Palabra del Dia

jediael

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