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Actualizado: 17 de junio de 2025


Batiste salió ciego del tribunal, con la cabeza baja, como si fuera á embestir, y Pimentó permaneció prudentemente á sus espaldas. Si la gente no se aparta, abriéndole paso, seguramente hubiese disparado sus puños de hombre forzudo, aporreando allí mismo á la canalla hostil. Inmediatamente se alejó.

El miedo no raciocina nunca, y el que sintió el tío Frasquito impidióle comprender que la borlita del gorro se había inflamado en la palmatoria al inclinarse para recoger en el suelo el malhadado libro... Perdió, pues, del todo la cabeza el pobre viejo, lanzóse al timbre eléctrico, corrió luego a la puerta pidiendo socorro, y aporreando después la de Jacobo, gritó de nuevo: Au secours!... Au secours!...

El pobre Manuel, avezado a llevar palizas de cabos y sargentos cuando estaba en el servicio y penetrado desde niño del profundo respeto que se debe a los sacerdotes, no se movió y aguardó, escondiendo la cara, la granizada de mojicones y puñadas que el cura le descargó. Hasta que se cansó estuvo aporreando al infeliz criado, dejándole con varios chichones en la cara y las narices ensangrentadas.

¡Abreme decía la señora, aporreando la puerta, ábreme: no hagas escándalo, Quilito, no me faltes al respeto! Abreme. Quilito abrió. Entró la tía, su cara de muñeca más lustrosa que de costumbre, sin las chapas de color en ambas mejillas, porque el disgusto las había borrado, y siguió al sobrino hasta la alcoba.

Tocó la niña su pieza con no poca fatiga, a ratos aporreando las teclas como si las quisiera castigar por alguna falta que habían cometido, a ratos acariciándolas para que sonaran suavemente con ayuda de pedal, arqueando el cuerpo, ya de un lado, ya de otro, y poniendo cara afligida o de mal genio, según el pasaje.

Que no voy a la estancia, digo gritó Angela, con todos los síntomas de sus prontos más temidos, que no voy, no y no, ¿han oído? Dió la nota más alta de su voz de tiple, con tal fuerza, que los cristales temblaron, y hubo que llevar la mano a las orejas; pateando, llorando, aporreando los muebles con el puño iracundo, salió del saloncito, como una exhalación. Del golpe, la puerta casi se desencaja.

Por cierto, Señora, respondió Zadig, que era raro sugeto vuestro amante; os aporreaba con todas sus fuerzas, y me queria dar la muerte, porque me habíais suplicado que os socorriese. ¡Pluguiera al cielo, repuso la dama en descompasados gritos, que me estuviera aporreando todavía, que bien me lo teniamerecido, por haberle dado zelos! ¡Pluguiera al cielo, repito, que él me aporreara, y que estuvieras como él!

Ya sólo quedaban en pie las paredes y la parra, con sus sarmientos retorcidos por el incendio y las pilastras que se destacaban como barras de tinta sobre un fondo rojo. Batistet, con el ansia de salvar algo, corría desaforado por las sendas, gritando, aporreando las puertas de las barracas inmediatas, que parecían parpadear con el reflejo del incendio. ¡Socorro! ¡socorro!... ¡A fòc! ¡á fòc!

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