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Actualizado: 27 de junio de 2025
Calculaba don Andrés que él podía prestar dos muy importantes servicios: uno, a doña Inés, impidiendo que su padre la avergonzase casándose con una muchacha de tan ruin y humilde clase, y otro a don Paco, abriéndole los ojos, para que al fin comprendiese que Juanita no le quería sino por interés, y que él no debía casarse con ella por ser indigna de su cariño.
Así, con sencillez, sin dar importancia alguna a sus indicaciones. Cuando él titubeaba antes de formular una proposición, rebuscando palabras para hacerla más suave, ella había salido a su encuentro, abriéndole el camino rudamente. Fernando movió la cabeza con gravedad, lo mismo que si se tratase de un lance de honor. Muy bien; a las doce llegaría puntualmente.
Arreglado ya lo que cada uno saca, se conviene en que las decoraciones harán efecto, porque se han anunciado como nuevas: la del pabellón de la Expiación, en poniéndole cuatro retratos, es romántica enteramente, y si se añaden unas armas, no digo nada; un gabinete de la Edad Media; la de tal otra comedia, en abriéndole dos puertas laterales, y en cerrándole la ventana, es el cuarto de la dama.
La miré frente a frente, y ella me miró durante algunos segundos con una curiosidad infantil. Encienda usted, caballero, me dijo, levantando su farol y abriéndole. Encendí mi cigarro. Luego volví a mirar a la traperita que cerró el farol y se puso a rebuscar de nuevo con su gancho. Yo, no sé por qué, permanecía inmóvil junto a ella. ¿Cuánto ganas buscando trapos? la dije.
Cuando usted tenga un capítulo, me lo trae, y así con todos los demás. Yo los iré copiando, para que vaya de mi letra a la imprenta. Aunque ocupadísimo, creo que tendré tiempo para este pequeño trabajo. Maltrana, al verse en la calle, creyó que la Fortuna marchaba ante él, abriéndole paso con el revoloteo de sus alas de oro.
Se trata, en esta que he traído de muestra, del casamiento de la infanta doña Ana, de ciertos tratos vergonzosos entre Bukingam y tú, de condiciones recíprocas, de infamias... ¿quieres que te la lea, don Francisco de Sandoval y Rojas? No, no; pero eso es imposible dijo el duque abalanzándose al secreter de la derecha y abriéndole.
Recibiéronle los seis sombrero en mano; alargó don Simón la suya a cada uno, con el aditamento de afectuosa sonrisa; y abriéndole después ancha y respetuosa calle, obligáronle a pasar, delante, al comedor, donde había una mesa preparada para docena y media de convidados, y hasta doce nuevos personajes envueltos en burdas capas, que, al ver entrar al candidato, se levantaron y se descubrieron.
Había dejado a Fortunata acostada y casi dormida, y se retiró decidido a afrontar las chafalditas de su tía y a explicarse con ella. Porque después del caso de la herencia, ya no podía dudar de que la Providencia le favorecía, abriéndole camino.
Esas recetas populares llegaron á noticia y fueron recogidas por Russell, abriéndole el camino y ayudándole grandemente á contestar á la grave pregunta que le dirigía el Duque de Newcastle. De su respuesta, hizo un libro importante y curioso titulado: Tabe glandulari, seu de usu aquæ marinæ, 1750.
Pero quien más le quería, por ser quien más íntimamente le trataba, era Josefina, que, sin darse cuenta de ello, había ido poco a poco, coloquio tras coloquio y confidencia tras confidencia, abriéndole el seno de su alma sin dar jamás a conocer aquella inclinación que llegó a sentir, pero que no intentó definir nunca. usted
Palabra del Dia
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