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Mi entrada en el despacho de Castro Pérez fué para mi tía Pepa el colmo de la dicha, no sólo porque allí ganaría algunos duros su pobre sobrino, sino porque creía, en su candorosa sencillez, que dados el crédito y la buena posición del abogado, éste aseguraría mi porvenir.

Sentíase atraído Maltrana por la sencillez de palabras y pensamientos de doña Zobeida y el aire señorial con que acompañaba su modestia.

Volvió a pedir una licencia en la secretaría del Juzgado, una licencia más larga que la anterior, para poder abandonarse completamente a la melancolía de su preocupación. En los domingos, por la mañana, estaba seguro de encontrarla. Ella iba a la iglesia del Socorro, siempre a la misma misa de las once, vestida con sencillez.

Pero si no lo conozco... ¡Ay, madre Larín!... ¿Quisiera usted escribirle una cartita... deux mots, recomendándome?... Dígale usted cuáles son mis deseos, lo que yo quiero a mis hijos, la sencillez con que procedo siempre... Así me escuchará con benevolencia... Usted me conoce bien, madre Larín... ¡Soy tan desgraciada!... ¡Se tiene de un concepto tan falso!...

Su espíritu limitado quería poner un término al infinito; en su sencillez, se imaginaban tras las distancias incalculables una bóveda de materia firmísima, con millones de leguas de espesor. Pero la obra fantástica algún término había de tener. ¿Qué había detrás de ella?

Delante de ella había un velador con libros y papeles. D. Valentín estaba allí, sentado en una silla, y no muy distante de su mujer. El aspecto de Doña Blanca era noble y distinguido. Vestida con sencillez y severidad, todavía se notaban en su traje cierta elegancia y cierto señorío. Tendría Doña Blanca poco más de cuarenta años.

Quiero reflexionar, me esfuerzo en hacer una cosa bien hecha, y me desespero y me aburro. Las cosas bien hechas salen ellas solas, sin que nosotros queramos; la ingenuidad, la sencillez no pueden ser queridas. Cuando queramos ser ingenuos, ya no lo somos. » eres ingenua, Pepita. Si yo me acuerdo mucho de ti, ¿por qué es, sino por esto?

En la vida ordinaria era una buena persona, que hablaba con voz tímida, ceceando lo mismo que un niño, y si su interlocutor le miraba fijamente, apartaba los ojos como avergonzado. Los efectos de su bondad y su sencillez se extendían hasta Europa.

Las fábricas, los molinos y aserríos no cesan de trabajar durante la mayor parte del año; las ondas del riachuelo están donde quiera cubiertas de balsas larguísimas, laboriosamente conducidas por dos ó tres hombres cada una; en todas partes se ocupan en diversas labores todas las gentes, manifestando con sus fisonomías, sus vestidos, su modo de hablar y su obligante obsequiosidad un carácter dulce y hospitalario, y una sencillez y pureza de costumbres que agradan y seducen fácilmente.

Tanta estátua, tanto dentellon, tanta columna, tanto relieve, tanto arabesco, tanta profusion de trabajo, le quita belleza, porque le quita sencillez; le quita majestad, porque le quita simetría; pero lo que le quita como arte, se lo da como historia; lo que le quita como iglesia, se lo da como conservatorio ó museo. No es una gran arquitectura; pero es un gran libro.