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Actualizado: 24 de septiembre de 2024
Usted, que podría volverme todo lo que he perdido, la esperanza, la paz, la bondad, la estimación de mi misma... ¡Ah! hubo un momento en que me creí salvada... en que tuve por la primera vez un pensamiento de dicha, de porvenir, de orgullo... ¡Desgraciada! Habíase apoderado de mis dos manos; sumergió en ellas la cabeza, en medio de sus largos y flotantes rizos, llorando desesperadamente.
Si ésta no obtiene respuesta inferiré que soy importuna y no volveré a molestarle de nuevo. »¡Ay! ¡Cuán desgraciada soy, Amaury! Tres personas había que me amaban, y de ellas, una ha muerto, otra está al borde del sepulcro y la tercera me olvida... »¿Es posible que quien posee un corazón tan noble y tan generoso tenga tan poca compasión de los que sufren?
No está claro exclamó don Pablo Aquiles, que iba perdiendo el color y la calma, ningún prestamista da sin una firma de garantía, si la persona no le inspira la suficiente confianza, y no podía inspirársela un niño de teta como esa desgraciada criatura; ¿has visto tú la firma de Esteven en el pagaré?
¡Pobre amiga mía! ¡Quién había de decirte que en tu grandeza serías tan desgraciada como en tu miseria! Sí, es verdad, es verdad... Pero me dejo arrastrar por tu demencia. ¡Llévame a mi casa, por Dios! Después concertaremos... Ya está concertado... Pero mi familia... Yo tengo nombre y familia... A eso voy. No, no puedo consentirlo.
Felizmente no le aconteció aquella vez lo que en la desgraciada noche de su llegada; no perdió la serenidad al encararse con las mil cabezas del público y ver abierto ante sí el abismo de tanta atención, expresada en tantos ojos.
Nuestro mal lo debemos á nosotros mismos, no echemos la culpa á nadie. Si España nos viese menos complacientes con la tiranía, y más dispuestos á luchar y sufrir por nuestros derechos, España sería la primera en darnos la libertad, porque cuando el fruto de la concepcion llega á su madurez ¡desgraciada la madre que lo quiera ahogar!
No; era purísimo y desinteresado afecto; sentimiento de profundo dolor que sólo parece traer desgracias, que sólo nace y vive para llorar, y que libre de sensuales impurezas es una eterna aspiración al cielo. Amaba yo a Angelina, la amaba con toda el alma, y no por hermosa, sino por buena y desgraciada.
Pero aquella entrevista, que con la mejor intención preparó el Asistente, fué harto desgraciada, pues, al verse frente á frente los dos enemigos, después de algunas frases altas, Ortiz de Zárate acometió de pronto furiosamente al conde, y con una espada lo hirió traidora y mortalmente, sin que pudiera impedirlo el de Palma, que por sujetar al agresor sufrió también de éste algunos golpes.
Si la desgraciada se había forjado ilusiones sobre la posibilidad de una amistad pura, las últimas palabras de usted debieron desengañarla. Todos los argumentos que usted la adujo, son sofismas consuetudinarios de la pasión. Usted nada la pedía: lo mismo había dicho el hombre por quien ella se perdió.
La vieja fue detrás de él, gritando: «Aguarda, aguarda, mala sangre. No creas que te me escapas. Yo también tengo buenos remos». Al quedarse sola, Isidora estuvo largo tiempo pensando en su infeliz hermano, y decía: «¡Imbécil, imbécil!... Así no sentirá nada... Y yo, cada vez con más talento para pensar, para comparar... ¡Qué desgraciada soy, y él qué feliz!».
Palabra del Dia
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