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Actualizado: 24 de julio de 2025


Dicho sea entre nosotros, no es siempre divertido oír hablar del sermón del día antes, del de mañana, de la actitud del señor cura, de las congregaciones, del Gobierno, de tal señora que espera un nuevo hijo, de una desgraciada, cuyo marido es borracho, de una tal que es gastadora, de la doncella de la de fulano que tiene mala conducta, etc., etc.

¿Y si no me hubiese casado?... Si no os hubiérais casado... , vuestra... vuestra; por lo mismo me alegro de vuestro casamiento... me alegro de ese imposible puesto entre los dos. Pero sois desgraciada... ó no me amáis como decís... Os amo más... mucho más... ¿no notáis que cuando estoy á vuestro lado soy feliz? ¡Asoman las lágrimas á vuestros ojos!

En aquel entresuelo habia una puerta secreta, la cual daba paso á una escalera misteriosa. Por aquella escalera se subia al piso principal, en cuyo piso vivia una mujer hermosa, muy hermosa y muy desgraciada, porque el llanto es el aura que la mujer respira en los alcázares, como si Dios quisiese castigar el vicio del fausto.

No está en peligro su vida, por fortuna, pero repito que la pérdida de ambos ojos parece inevitable: sólo un milagro puede hacer que estos temores no se cumplan. Ya ve V. lo cruel que sería comunicarle ahora todo lo que V. me dice en su carta sobre la enfermedad y la resolución de la desgraciada Felisa. »¿Querrá ella, después de leer estas líneas, renunciar a su propósito? ¿Qué resolverá?

Os lo ruego, Marta, no me hagáis doblemente desgraciada. Pero una mirada severa y un ademán imperioso le indicaron que debía someterse sin réplica. Calló y bajó la cabeza. El aya le dió las llaves a Mariana, miró ansiosamente una vez más a su hija con ansiedad y corrió al castillo temblorosa.

De este modo la paz debe haberle sido robada para siempre, y es necesario que sea la victima del infierno. iY bien! demonio, abrevia mis angustias y haz llegar lo que debe suceder. Que la suerte de esta desgraciada se cumpla, y a lo menos precipitame con ella en los abismos."

Yo no puedo vivir lejos de ti; y si desde mucho antes no caí en el lazo, lo debo a tu buena amistad. ¿Nos separaremos ahora? Entonces voy a ser muy desgraciada, querida mía. Vuelve a casa, por Dios, y yo te juro que lucharé con todas las fuerzas de mi alma para olvidar a lord Gray, como deseas.

Y yo..., ¡yo también probaré! balbució Isidora con el corazón, hecho pedazos, en los labios . ¡Ah! ¡Qué desgraciada soy, señora! Yo me muero». Rompió a llorar con tanta amargura, que la marquesa, la bondad misma, tuvo lástima de ella. «He empleado con usted palabras muy duras le dijo . Pero usted ha tenido la culpa, hija mía. Usted ha sido engañada. No será quizás impostora.

Mira, este pelo que traes en la manga, largo y rubio, pelo de mujer, ¡ay, qué asco! Con que de Susana, ¿eh? quite usted, so camandulero. ¿Y esta carta? No dice nada de particular, pero estos garabatos son de mujer. ¡Ay, qué desgraciada soy! Si yo hubiera sabido esto, no me habría casado contigo. Don Bernardino callaba y sufría.

En efecto, la desgraciada madre lo sabía desde hacía tiempo; las leyes que protegen la libertad personal, no velan con la vigilancia necesaria la puerta del abismo, que se llama la casa de sanidad.

Palabra del Dia

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