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Actualizado: 24 de junio de 2025
Perfectamente, hija mía contestó el Conde con una ligera sonrisa. ¡Ah! exclamó Judit, desesperada; esa desgraciada carta le prueba que soy una pobre muchacha sin talento, sin educación, que se avergüenza de su ignorancia y que daría cualquier cosa por salir de ella... Pero ¿cómo he de lograrlo, si usted no viene en mi auxilio, si no me ayuda con sus consejos y su apoyo? ¿Qué quiere usted decir?
¡Cómo saben educarla para el fin que la necesitan, con qué egoísmo judaico explotan los tesoros de su cariño inagotable, cómo la sugestionan y la envilecen, haciéndole perder, o ya el miedo para acompañarlos en sus empresas tortuosas sino la noción elemental del bien y del mal, llegando ellas, en su obsesión por el hombre que las martiriza y las deprime, hasta a creerlo un dechado de virtudes, un ejemplo de honorabilidad, una víctima desgraciada de las injusticias sociales!
Era muy desgraciada y al decir esto acentuó con asombrosa facilidad el brillo lacrimoso de sus ojos . Tenía un novio en Berlín que ansiaba casarse con ella, pero los negocios de papá habían roto de pronto su dicha obligándola a embarcarse. ¡Qué infortunio el suyo! ¡Y ella que amaba a este novio con toda su alma!...
Lo cierto era que la Gorgheggi no amaba a su tirano y le había sido infiel de todo corazón desde la primera vez; pero al verse vendida, le dolió el orgullo; creía que Mochi estaba loco por ella, y cuando advirtió que era cómplice de sus extravíos, lo cual demostraba que no había tal pasión por parte del tenor, se sintió más sola en el mundo, más desgraciada, y experimentó el despecho de la mujer coqueta que, sin querer ella, desea que la adoren.
Señor Fabrice le replicó aquélla bajando la voz y con una energía extraordinaria , no importaría nada ser sólo desgraciada... Lo que es terrible es sentir cómo va una volviéndose perversa. Y se dirigió casi corriendo hacia el castillo.
Antes que todo, habría que demostrar que los dos rusos son amante y querida, cosa que ambos niegan, y después, aunque esto llegara a probarse, para que la Natzichet matara a la Condesa, se necesitaba que ésta fuera un obstáculo para su amor. ¿En qué forma lo era? ¿Podía, acaso, la infeliz, ni sabía cómo impedir al Príncipe que se fuera con otras mujeres? ¿De qué modo hacía sombra esa desgraciada a la nihilista? ¿No tenían los dos rusos plena libertad para permanecer juntos en Zurich?
¿Y quién la mató? Lea levantó orgullosamente la cabeza y respondió con acento terrible. ¡Yo! ¡Tú, desgraciada! ¿Y cómo? Vas á saberlo. Todo quedó en silencio, solamente turbado por la respiración anhelosa de Lea. El rumor de la ciudad dormida se apagaba á lo lejos con el sordo rodar de los ya escasos coches.
Como no podía concebir que mujer alguna rechazase los obsequios de su querido, estaba persuadida de que Paca los alentaba. Esta, al principio, no dió importancia á su actitud: la vió triste y seria, y pensó que su desgraciada situación y el desvío cada vez más acentuado de Velázquez eran la causa.
Y se me ha ocurrido... para eso la he llamado a usted... se me ha ocurrido que el mejor donativo que puedo hacer a esa desgraciada es este». Diciéndolo, D. Carlos cogió un libro largo y estrecho, nuevecito, y lo puso delante de sí para que Benina lo cogiera. Era una agenda. «Vea usted dijo el buen señor hojeando el libro : aquí están todos los días de la semana.
Si con el silencio me responden, me acogeré al derecho que me da la ley, pues estoy resuelta a todo, menos a renunciar a un enlace en el cual fundo toda la felicidad de mi vida. »Comprendo la magnitud del dolor que a ustedes causará la forma violenta de mi inquebrantable resolución, y le lloro con el alma, porque es muy grande el amor que les profesa su desgraciada hija,
Palabra del Dia
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