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Paca, como de costumbre, hizo remilgos. «Ya no estaba para tales bromas; se le había acabado el humor; parecía mal que una mujer casada... Además, no se hallaba bien de vozPero, como de costumbre también, terminó por coger la guitarra y echar al aire su voz dulce y potente de contralto. La alegría se apoderó de todas las cabezas.

Pero el tabernero, cada vez más colérico, exclamó: ¡He dicho que bailará esta noche, y ha de bailar con los santos óleos puestos!... ¿No quieres tocar?... Pues tocaré yo. Y arrebatando á Paca la guitarra, comenzó á rasguearla diciendo imperiosamente: Á empezar. Soledad avanzó hasta el medio del cuarto y dió comienzo al baile. Estaba pálida.

Mientras tanto, Soledad corría por las calles de Cádiz y llegaba á casa de su amiga Paca. No quiso ir á la de María-Manuela por razones de delicadeza fáciles de apreciar. Además, aunque ruda de inteligencia, ésta no había dejado de advertir que las bromas y chicoleos que su amante usaba ahora con Soledad tenían sabor distinto que antes.

Esperé a Paca a la salida de la Fábrica, pero no logré verla. Isabel tampoco parecía por casa de Anguita. Con Villa no quise desahogarme, porque temía que lo echase a broma. ¡Para bromas estaba yo! Por fin, una noche llegó Isabel a la tertulia, y en la mirada larga e intencionada que me dirigió comprendí que algo grave tenía que decirme.

Hoy me encontré al Sr. D. Carlos Moreno Trujillo». Quedose Doña Paca suspensa, y poco faltó para que se le cayera de las manos el plato que estaba lavando. «D. Carlos... Pero ¿has dicho D. Carlos? Y qué... ¿te habló, te preguntó por ? Naturalmente, y con un interés que... ¿Es de veras?

Hasta le caían en gracia sus chistes insulsos y era la primera en celebrarlos. Disfrutaba el matrimonio de posición desahogada. Pepe era chalán, y vestía como tal la chaqueta corta, la faja y el sombrero de anchas alas que caracteriza á los hombres de su clase. Paca gastaba ricos mantones de Manila, pendientes de perlas y sortijas de diamantes.

Paca predicaba allá en un grupo lejano; pero en cuanto los vió se vino hacia ellos, saludó á Soledad con efusivo cariño y á Velázquez con la franqueza de siempre, como si no hubiera pasado nada. La presencia de Soledad causó, como de costumbre, grata impresión en el sexo masculino. Se murmuraron requiebros hiperbólicos, se dijeron al oído unos á otros frases de entusiasmo.

Antonio, loco de entusiasmo, le arrojó el sombrero á los pies, gritando: ¿Dónde has nacido, Paca? ¡Qué ocurrencia! respondió riendo En la calle de la Verónica. ¡Falso! has nacido en la alcoba en que durmió María Santísima cuando pasó por Sanlúcar. Paca volvió á cantar respondiendo al requiebro: «¡Qué desgraciada nací, que en la pila del bautismo faltó la sal para

Ama y criada comieron juntas, y de sobremesa Doña Paca le decía: «No debes escatimar el tiempo a esos señores; y aunque tu obligación es servirles no más que hasta las doce, si algún día quieren que te estés allí por la tarde, estate, mujer, que ya me entenderé yo aquí como pueda. Eso no respondió Benina , que tiempo hay para todo, y yo no puedo faltar de aquí.

El mal humor de Doña Paca en la noche a que me refiero, debe atribuirse, según datos fehacientes, a que Frasquito, en sus conversaciones de la tarde, y en los ratos de la cena y sobremesa de esta, mostró por Benina unas preferencias que lastimaron profundamente el amor propio de la viuda infeliz.