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En los recovecos de la costa marcábanse vigorosas sombras que parecían dar vida y formas animales a las piedras. A lo lejos, un promontorio semejaba un león acurrucado junto a las olas, mirando a Jaime con hostilidad silenciosa. Los peñascos a flor de agua sacaban y ocultaban sus negras cabezas coronadas de melenas verdes, como gigantes anfibios de una humanidad monstruosa.

El ridículo cayó sobre las cabezas de los transeúntes; pasó de mano en mano, y fué arrastrado por la multitud do tal modo, que un momento después de caído estaba á gran distancia. Lázaro, que vió esto, bajó rápidamente, llegó á la calle y atravesó, con mucho trabajo, por entre la multitud. Su determinación era decisiva. ¡Qué feliz coincidencial decía para .

A partir desde aquel día, el movimiento de París nos envolvió y fuimos arrastrados por aquel torbellino en el cual corren riesgo de aturdirse las cabezas más fuertes y tienen muchas probabilidades de naufragio los corazones más firmes.

Antagonismo de cabezas ligeras y corazones calientes, como fueron todos esos oficiales de la guerra de la Independencia, aristocráticos hasta la médula, desprendidos, generosos, con el sentimiento más que con la razón de la causa por que jugaban la vida, enardecidos por la lucha y siguiendo la bandera de su jefe con la ciega obstinación de un oficial de Wallenstein en la guerra de treinta años.

Ocho ó diez días antes del de San Antonio, es decir, del 13 de Junio, van los pastores de casa en casa con dos marcos de hierro, en uno de los cuales está el nombre completo del pueblo en letras pequeñas, y en el otro la inicial del mismo de gran tamaño, tomando nota de las cabezas de ganado que han de ir al puerto, y de las que de éstas se hallen sin marcar.

24 Los cabezas de los levitas: Hasabías, Serebías, Jesúa hijo de Cadmiel, y sus hermanos delante de ellos, para alabar y para rendir gracias, conforme al estatuto de David varón de Dios, guardando su turno.

La leyenda que en el siglo XV tenía trastornadas las cabezas de grandes y pequeños, de pobres y ricos, era una reminiscencia de la fábula de las Hespérides, un Eldorado, tierra del oro, colocada en las Indias y que se sospechaba ser el paraíso terrenal, subsistente en este mundo de pesares. Sólo faltaba encontrarlo.

Levantados los manteles, y tomando don Antonio por la mano a don Quijote, se entró con él en un apartado aposento, en el cual no había otra cosa de adorno que una mesa, al parecer de jaspe, que sobre un pie de lo mesmo se sostenía, sobre la cual estaba puesta, al modo de las cabezas de los emperadores romanos, de los pechos arriba, una que semejaba ser de bronce.

Stein cayó en una profunda melancolía. «Este santo lugar pensaba , respetado por el rumor del mundo y por la luz del día, donde venían los reyes a inclinar sus cabezas y los pobres a levantar las suyas; este lugar que daba lecciones severas al orgullo y suaves alegrías a los humildes, hoy se ve decaído y entregado al acaso, como bajel sin piloto

Toda la principalía en ejercicio, y fuera de él, todos los capitanes pasados, cabezas reformados, vecinos condecorados, jefes de cuadrilleros, caudillos, primogénitos y cuantos tienen, han tenido ó esperan tener algún cargo municipal, se sientan en la mesa del festín en esas veinticuatro horas.