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Inexplicables mortales, exclamó, ¿cómo podéis juntar con tanta torpeza tanta elevacion, y tantas virtudes con tantos delitos? Declaróse en breve la paz, y los caudillos de ambos exércitos, que por solo su interes habian hecho verter la sangre de tantos semejantes suyos, se fuéron á solicitar el premio á su corte respectiva, puesto que ninguno habia ganado la victoria.

MacGregor realizaba mientras tanto sus planes y, en compañia de los caudillos que habia salido á buscar, mas algunos otros partidarios que se le reunieron, batió varias veces al enemigo; el 13 de Setiembre entraba con su victoriosa division en Barcelona y algunos dias despues se ponia á las órdenes de Piar, que llegó tras él á la ciudad.

Consideramos que la impunidad de las malvados es desmoralizadora, pero no existe perversidad más grande y más impune que la de Satanás y sus legiones; si nuestros caudillos bárbaros han sido feroces, es porque el infierno y no el cielo era el más fuerte componente de las supersticiones de su espíritu.

De modo que, por la tarde se hallaban en las cárceles 100 reos de los principales y que mas se habian distinguido en aquella conspiracion. Se tomaron despues por el comandante todas las precauciones y providencias convenientes para asegurarse de una sorpesa, y las que se requerian para resistir á los rebeldes, si intentaban invadir la villa, como se afirmaba, para libertar á sus caudillos.

Llegó un día en que los belicosos caudillos que gobernaban por delegación las tierras conquistadas se sublevaron contra Eulame. Todo lo que éste había aprendido en el país de los gigantes lo comunicó confiadamente á sus allegados: los nuevos medios de destrucción eran ya del dominio común; sus adversarios sabían lo mismo que él; ya no era un semidiós, era un hombre como los otros.

Era un deseo, de volcar su pensamiento con la certeza de no ser comprendido, de sacar a luz su alma, semejante al que había visto en los grandes personajes shakesperianos, reyes en desgracia, caudillos perseguidos por el destino, que confían fraternalmente sus ideas a bufones y a locos.

Pero el sistema de no dar cuartel, seguido por Rosas con tanto tesón, y de violar todas las formas recibidas, pactos, tratados, capitulaciones, es efecto de causas que no dependen del carácter personal de los caudillos.

Lleno Zadig de la idea de Astarte, no respondió á esta declaracion, pero fué al punto á ver á los caudillos de las tribus, y les contó lo sucedido, aconsejándoles que promulgaran una ley por la qual no seria permitido á ninguna viuda quemarse ántes de haber hablado á solas con un mancebo por espacio de una hora entera; y desde entónces ninguna dama se quemó en toda Arabia, debiéndose así á Zadig la obligacion de ver abolido en solo ua dia estilo tan cruel, que reynaba tantos siglos habia: por donde merece ser nombrado el bienhechor de la Arabia.

Pasada media hora salieron los cabecillas, dejando al prisionero encerrado y custodiado por los cuatro defensores del altar y el trono. Los tres caudillos, alejándose a cierta distancia de sus subordinados, conversaron breve rato: uno discutía acaloradamente, como quien defiende su opinión con viveza; pero el de la zamarra y el otro, que debían estar de acuerdo, se mostraban inflexibles.

Había visto a los jefes de partido, a los caudillos de grupo, hablar toda una tarde, desde las cuatro hasta las ocho, roncos y congestionados, sudando como cavadores, con el cuello de la camisa hecho un trapo sucio y mirando el gran reloj del salón con angustia de condenados. «Aún falta una hora para levantar la sesión», decían los amigos.