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Actualizado: 16 de septiembre de 2024
Al iniciar el grupo su marcha, pasando ante el caballo del alemán, estalló la cólera del comandante, muda y reconcentrada hasta entonces. Quiso morir fusilado antes que dar un paso más. ¡Abajo Guillermo! ¡Mueran los verdugos! gritó con una voz ronca.
Va a Buenos Aires por afán de ver mundo, aun suponiendo que, una vez allí, no se hará millonario ni nada, y que, al volver, no podrá darse el pisto de fundar un hospital, ni un grupo escolar, ni siquiera una modesta fábrica de conservas.
Villamelón comenzó al punto a preparar la máquina con sus dedos manchados de nitrato de plata, y Currita disponía mientras tanto el artístico grupo en que habían de retratarse los niños.
Bueno, déjalo dijo Melchor, en tono de broma, cada loco con su tema... y ya no faltan más que cinco minutos... ¿cargaron todo? Todo, sí, señor contestó Rufino. Ché, ¿y las boletas? Aquí están, niño. ¡Bueno, andando! dijo Melchor. El grupo se dirigió al sitio que tenían tomado en el tren y que Rufino había arreglado y elegido convenientemente al lado del coche-restaurant.
Estaban jugando bajo un gigantesco grupo de castaños, saltando sobre un espeso tapiz de musgo aterciopelado, donde el sol y las sombras del ramaje formaban maravillosos arabescos. Al llegar el carruaje cerca de aquel sitio, mandó parar, bajó, y acercándose a los niños y conociéndolos, porque a su lado estaba la mujer del colono, los envolvió en una mirada indefinible.
Al verme tan diferente de ellos, me tomaron por un espía y un día en que el vigilante se ausentó por unos instantes del campo en que trabajábamos penosamente al sol, se arrojaron en grupo sobre mí. Su plan era muy sencillo. Estábamos arrastrando por el camino un enorme rodillo para aplastar la piedra y decidieron echarme delante de aquella pesada masa y pasarla por encima de mí.
Pues yo he oído que los alfonsinos se mueven mucho: Y la que esto decía miraba de reojo a un caballero que, sentado en una butaca de hierro, seguía con la vista al grupo de las damas. Dos pollitas apartadas de sus mamás sostenían, haciendo dengues y mohínes, un diálogo muy vivo. ¿No entráis? No: el padre Enrique dice la misa muy despacio. Además, quiero dar tiempo a que llegue ese.
Acaso Gonzalo fuese un poco más alto. El robusto corpachón de éste, alzábase sobre el grupo. Daba la mano por encima de las cabezas a los amigos que no podían llegarse a él, y su noble y bondadosa fisonomía sonreía a todos. Don Mateo, alzándose sobre la punta de los pies y tirándole del brazo para que se doblase, pudo decirle al oído: ¡Qué función te has perdido, Gonzalo!
Seguimos el arroyo que baja de la montaña á unirse en la Segada con el Lora, caminando siempre entre árboles. Como íbamos formando grupo, apenas pude hablar con ella. Llevaba un vestido azul oscuro; el cabello al desgaire; en el brazo derecho un brazalete de esmeraldas y en el cuello un medallón de las mismas piedras.
Indudablemente habría sido mucho antes, entre la agitación y los empujones del gentío; pero esto no impidió que la señora siguiese con la mirada iracunda el grupo sucio, maloliente y miserable que se alejaba, anonadado por el hambre y la pena, entre el oleaje de alimentos y de general alegría. Doña Manuela avanzó sus labios en señal de desprecio. ¡Cómo estaba el mundo!
Palabra del Dia
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