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No si ha habido aquí en otro tiempo un islote, que se haya sumergido poco á poco, ó si alguna creciente del río ha arrastrado y depuesto en este paraje algunos fragmentos arrancados del ribazo; lo que hay de cierto es que un espeso entrelazamiento de malezas y ramas se oculta y prospera bajo aquellas pérfidas aguas.

Únicamente el calor espeso, pegajoso, húmedo, con su perfume picante de hulla, denunciaba la presencia del gran misterio de los tiempos modernos: la engendración del movimiento en el seno del metal. Isidro se maravillaba de la sencillez con que estas máquinas gigantescas cumplían su función.

Bermúdez, en cuanto se sintió solo, se sentó sobre la yerba. Un encuentro a solas con cualquiera de aquellas señoras y señoritas en un bosque espeso de encinas seculares, le parecía una situación que exigía una oratoria especial de la que él no se sentía capaz. Y, sin embargo, ¡qué deliciosa podría ser una conferencia íntima con Obdulia o con Ana sobre la verde alfombra!

El más puro y rico aire de la sierra es para Palacio y para su ciudad doméstica, situada lejos del espeso aliento de la Villa y en altura tal que ni las palomas y gorriones gozan de atmósfera más sana y más prontamente renovada.

Las mil agujas de la lluvia se le clavaron en las mejillas y convertidas en lágrimas las bañaron completamente. Por algunos minutos gozó con voluptuosidad de aquel frío, apeteciendo que le penetrase en el cerebro y sosegase su desordenada actividad. La noche no era tenebrosa. A pesar del espeso toldo de nubes, la luz de la luna conseguía cernirse y esparcía una débil y triste claridad.

18 Porque la maldad se encendió como fuego, cardos y espinas devorará; y se encenderá en lo espeso de la breña, y fueron alzados como humo.

La vida está en todas partes; en el fondo, donde las formas graciosas é indistintas se agitan sobre la arena y el lodo, entre el espeso tapiz de plantas estremecidas constantemente por las sacudidas de una pululante multitud, oculta en la superficie por donde corren los girinos y se enlazan los insectos patinadores por entre los juncos donde brilla el ala matizada de la libélula, y bajo los arbustos de la orilla, donde resplandece como un zafiro el plumaje del martín-pescador. ¿A quién pertenece, pues, el arroyo, del cual nos titulamos propietarios como si fuéramos los únicos en gozarlo? ¿No pertenece también, ó mejor que á nosotros, á todos los seres que lo pueblan, del que sacan la subsistencia y la vida?

He dicho que las aguas, al precipitarse, proyectan una curva que se quiebra en el plano horizontal, unido y espeso, especie de cortina que cubre eternamente el corte vertical de la roca. Uno de los aspectos recomendados es al pie de la catarata, en el abismo de fragor y tinieblas que existe entre la base de la roca y la columna de agua que cae rugiendo.

Por aquí de fijo no pasa nadie; porque, sobre que poca gente atraviesa el bosque para ir a la iglesia, los que van siguen la trocha casa del leñador; es muy fresca y tiene asientos muy cómodos. Mejor que mejor. Hablaremos más a gusto. Vamos allá. Se levantó y emprendieron la marcha. Subían en silencio. El monte se hacía más espeso.

Primero se vio hacia la parte de los cerros, ocupados por los liberales, el humo de un fogonazo que rastreó como una nubecilla, y sonó un estampido: luego se oyó otro, y luego muchos más, hasta quedar las colinas cubiertas de un nublado espeso que tardaba largo rato en disiparse, mientras las cavidades de los montes devolvían en ecos temblorosos y roncos el tronar de la artillería.