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¿Cómo a techo?... , Fermín, no se asuste usted. A techo... en la casa del leñador que usted no conoce; es una cabaña rústica, que el Marqués se hizo construir con cañas y césped allá arriba, en lo más espeso del monte.... El Magistral no quiso oír más. Salió con un paraguas bajo el brazo y dejó caer el otro a los pies de don Víctor.

Pero ya mi mujer se está cansando del tocino y la sopa. Yo no, yo no me canso, señora maga. Pero mi mujer se ha cansado, y quiere algo ligero, así como un gansito asado, así como unos pastelitos. Pues vuélvete a tu casa, leñador, y no tienes que venir cuando tu mujer quiera cambiar de comida, sino pedírselo a la mesa, que yo le mandaré a la mesa que se lo sirva.

Quiere ser princesa del castillo, y no volverá a pedir nada más. Leñador dijo el camarón, con una voz que Loppi no le conocía: tu mujer tendrá lo que desea. Y desapareció en el agua de repente.

A lo que iba, iba; todos aquellos insultos le sonaban como le sonarían a un náufrago los que le arrojasen desde tierra.... Dos ideas llevaba clavadas en el cerebro con clavos de fuego: Ubi irritatio ibi fluxus decía una; y la otra: ¡estarán en la casa del leñador!

La Revolución, las desgracias, los años y las ideas fueron modificando su manera de ser y se completaron en su vejez. Yo mismo puedo asegurar por mi parte haber visto cómo su espléndida y fácil naturaleza se desenvolvía después de los sesenta años de existencia. Parecíase a las encinas que vegetan y se rejuvenecen de continuo hasta el día en que el hacha del leñador rompe su tronco.

No, no merece la pena; no duraré más de una hora; ya habrá ocasión de que me lleven. Materne, sin responder, hizo una seña a Kasper para que cruzara la carabina a modo de angarilla con la suya, y a Frantz le indicó que colocara encima al leñador, a pesar de sus lamentos, lo cual quedó hecho en un instante, y de este modo llegaron juntos a la casa.

Os contaré, muchachos, para que sepáis lo que es el hacha de la guerra en manos de ese leñador de Europa.

Pero mira, ten juicio, y no le digas a tu mujer lo que ha sucedido hoy. Probaré, señora maga, probaré dijo el leñador; y puso en la yerba con mucho cuidado el camarón milagroso, que se metió de un salto en el agua. Iba como la pluma Loppi, de vuelta a su casa. El morral no le pesaba, pero lo puso en el suelo antes de llegar a la puerta, porque ya no podía más de la curiosidad.

Permanecieron los tres silenciosos, y el leñador añadió luego: Dile a mi mujer que detrás del armario, en una media, hay cinco escudos de seis libras; los había reservado... por si caíamos enfermos uno u otro... Pero yo no necesito nada ya. ¡Ya veremos, ya veremos!... No hay que perder la esperanza de salvarse, amigo mío. Ahora vamos a trasladarte.

Las carreteras y caminos de fácil tránsito, van subiendo desde los valles hacia los mas inaccesibles promontorios, y llegarán á sitios los más elevados de los montes; los caminos de hierro y todas las poderosas máquinas inventadas, vienen á ponerse también al lado del leñador para facilitarle su tarea; los bosques combatidos por los agricultores, se baten en retirada hacia las altas cimas, y allí donde se mantengan, donde conquisten extensión, tomarán un aspecto nuevo, porque los árboles en vez de crecer en libertad, se plantan en todas partes á distancias regulares y crecen bajo la vigilancia de guardabosques que los cortan antes de la edad.